De vuelta a Ítaca

Una exministra que no bebe Fontvella

Don Antonio Machado ya nos lo dejó claro hace ya un siglo. En este país, por cada diez cabezas sólo hay una que piensa mientras las nueve restantes embisten...

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Don Antonio Machado ya nos lo dejó claro hace ya un siglo. Y es que en este país, por cada diez cabezas sólo hay una que piensa mientras las nueve restantes embisten. Y claro. Si eso es así, y teniendo en cuenta que los políticos que nos gobiernan no son más que el reflejo de nuestra sociedad, tampoco es que debiera extrañarnos haber tenido de ministra a alguien como María Antonia Trujillo. Pero es que esta señora está pasando últimamente todas las líneas que el decoro se supone debería imponer a las personas que han ocupado altos cargos dentro del estado. Pero eso no es así, y claro, cuándo uno cae en la cuenta que esta mujer que habla como una analfabeta de tasca sigue beneficiándose de todos los privilegios que corresponden a  quien ha pasado por un ministerio, pues se cabrea. Y no puede más que ejercer su derecho al pataleo dedicándole un artículo en esta humilde columna. Que sirve de poco, lo sé, pero desahoga.

La última metedura de hocico de la señora la ha cometido en Twitter, que es ese sitio en el que los políticos con incontinencia verbal resbalan continuamente, por eso de que suelen escribir sus sandeces sin mediación de asesores. Ahí, hace sólo unos días, Trujillo escribió un tuit de esos que hacen historia, compartiendo con todos nosotros su sabiduría dando su opinión sobre el conflicto catalán, afirmando que no iba a comer nunca más en una famosa cadena de restaurantes porque le habían servido agua Fontvella. Ahí, con dos ovarios. Y es que como todo el mundo sabe, promover el boicot a sus productos es seguramente la mejor forma de conseguir que los catalanes quieran quedarse en España.
Estos dejes infantiles, autoritarios y hasta reaccionarios, no son nuevos desde luego en Trujillo, que ha conseguido hasta el dudoso honor de haber sido expulsada como comentarista de una de las televisiones más derechistas de este país por sus comentarios xenófobos y racistas. La habilidad de esta señora hace además que todo esto pueda permitírselo conservando su militancia en el PSOE, partido en el que empezó a hacer sus pinitos en su Extremadura natal, esa región tan parecida a Andalucía en eso de que tener el carné del partido “obrero” abre puertas extraordinarias a los incapaces.

Porque encima es eso. Esta mujer que sentaría cátedra entre los alcohólicos de cualquier bar de mala muerte, ha demostrado una incompetencia difícil de superar cuando fue ministra. Y es que la señora lo fue de Vivienda nada menos, en una época en que este bien básico garantizado en nuestra Constitución (sí, esa misma Constitución que parece inviolable para ciertas cosas y para otras no tanto), dejó de serlo para convertirse en un objeto de una especulación que enriqueció a unos pocos a costa de una burbuja inmobiliaria que nos explotó a todos en la cara. Después llegaron los problemas, y los dramas personales de muchos en forma de desahucios, algo sobre lo que ella también tuvo unas palabras que decir cuando afirmó sin sonrojo que aquel que tuviese deudas “que las pagase, que no se hubiera endeudado”. Una joya vamos.

En fin, qué le vamos a hacer si tenemos lo que nos merecemos. Lo mismo esta mujer un día despierta y pide perdón por sus barbaridades. O bueno, no creo. Pero a lo mejor -eso sí-, alguien puede que le haga ver la luz, y así tal vez descubra que el agua Fontvella que ella rechaza pertenece en realidad a una multinacional francesa, y que su agua proviene de manantiales como el de Sigüenza. Y que sus tapones y botellas se fabrican también fuera de Cataluña... bueno, dejémoslo ya, no vaya a ser que le vaya a dar por leer este artículo y la buena mujer acabe sintiéndose atacada y ahora deje de consumir Cruzcampo como represalia a que soy sevillano.

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