Si hay algo que echo especialmente de menos, es hablar de toros. El caso es que, para aumento de mi preocupación, cada vez me cuesta más encontrar el contexto ideal (gente, lugar) en el que poder expresarme sobre el tema. Parece que lo que un día fue hábito, hoy es censurado, y así continuamos, sin otra aspiración que desear que todo sea cíclico.
Me sirve este preámbulo para recordar que el día 9 hay una novillada en Jaén, en clase práctica, con mucho que comentar. Y es que desde que se lidiaron los victorinos, aquel inolvidable 27 de marzo pandémico, y tras la sorprendente lidia de José Tomás en Jaén, solo la Escuela Taurina de la capital es capaz de desempolvar los cerrojos y candados de nuestra queridísima plaza de toros fuera del otoño. ¿Qué conseguirá esta institución que no haya hecho ya? Teniendo en cuenta que, en el pasado octubre, Marcos Linares, exalumno de esta casa, tomaba la alternativa en el propio coso, debemos reconocer a la corporación.
Al margen del logro, va más allá su pericia. Desconozco cuentas, pero los cuentos, más o menos, me los puedo imaginar. Me consta, pues, que hay varios alumnos buscándose la vida por costearse la experiencia del día 9. Desde el relativismo actual, diríamos que lo hacen porque quieren. Desde el concepto más ético, afirmaríamos que no habría que dar pie a ello. Seis jóvenes sobrecargados de esfuerzo y disciplina, con la desgracia, encima, de verse con más hambre y menos suerte que Lázaro de Tormes.
Mas no queda aquí el análisis. ¡Cuánto de Quijote hay en ellos! La necesidad de honor y libertad es algo que ampara a todo aspirante a vestir los alamares y las sedas. Y ahí van los seis, a la aventura, convencidos de que alcanzarán lo que han visto, leído, escuchado y soñado, con el deseo, junto a sus escuderos, de ser historia que contar.
Con todo ello, espero, cuanto menos, que el ambiente, una vez más, sea difícil de olvidar, y que la aventura de estos exploradores les haga ser dignos representantes de los valores esenciales del ser humano, ahora y siempre. Al menos, de la vivencia, eso ha de quedarles, que no es poco. Me consta que la ilusión es grande, y que ninguno de los oficiantes quiere renunciar al paseo triunfal de la fama. Que Dios reparta suerte.
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