Las personas cambian, progresan o se transforman a medida que la vida avanza. Es parte del proceso evolutivo de nuestra especie, o así debería ser. Cierto es que son las circunstancias personales, sociales, familiares o laborales las que marcan dicha premisa, pero en esencia, en nuestra naturaleza está marcado dicho desarrollo sin un fin determinado pero dentro de ese proceso adaptativo que las circunstancias generan.
La Covid-19 nos ha puesto a prueba en estos meses, creando expectativas poco alentadoras sobre el futuro de nuestra especie, que según muchos entendidos está abocada a la extinción. No es la primera vez y no será la última en que la humanidad se enfrenta a situaciones como las vividas en estos tiempos, superando las adversidades y mostrando el enorme potencial que nos mantiene vivos. La inquietud y el miedo con el que vivimos en estos tiempos son aceptables y debemos asumir nuestra vulnerabilidad ante esta realidad tan controvertida, generando estrategias personales y sociales que nos hagan resurgir más fuertes, tal como la historia nos ha demostrado.
Como podemos observar, no todos asumimos esta particularidad de la misma forma y cada individuo requiere de ese tiempo necesario para procesar la situación y tomar conciencia de la misma, en el que muchos, por muy injusto que nos parezca -o no- quedarán atrapados y sin tiempo a rectificar. Está claro que no será fácil vencer al virus y aún nos queda mucho por hacer, muchos errores por cometer y demasiadas vidas por perder, pero saldremos adelante, a pesar de la inconsciencia aparente que se observa, de la irresponsabilidad y temeridad que percibimos, a pesar de la torpeza de quienes nos dirigen. Aún así, lograremos superar esta crisis y estabilizar nuestra sociedad, eso sí, dependerá de nosotros mismos, de nuestra responsabilidad, el tiempo que emplearemos en lograr dichos objetivos.
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