Matrícula de deshonor

Cuestión de luces

Vamos a tocar el tema de las luces, tanto las navideñas como las que a muchos les faltan para ser coherentes y conscientes de sus verborreas baratas y absurdas

Publicado: 04/12/2019 ·
12:08
· Actualizado: 04/12/2019 · 12:08
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Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Hoy vamos a tocar el tema de las luces, tanto las navideñas como las que a muchos les faltan para ser coherentes y conscientes de sus verborreas baratas y absurdas, como los que expresan y critican en las redes sociales sin argumentos y sólo por el hecho de ir a la contra, que empieza a ser un deporte colectivo no acto para cardiaco. 

Como cada mes de diciembre, uno de los objetivos de todos los ayuntamientos de España es llenar de luces, sonidos y figuras el máximo espacio posible de sus respectivas localidades, siendo en general las zonas céntricas y espacios comerciales los más beneficiados, con objetivos muy diversos. Cierto es que uno de los más relevantes es el aspecto económico, que de una u otra manera repercute en todos, incluyendo en el propio Consistorio.

Cuanto más atractivo más visitas, más compras y con ello, más trabajo, un círculo empresarial que se alimenta y nutre a través de la inversión en luces. Qué curioso, ¿verdad? La iluminación de las ciudades es un ritual casi necesario que acompaña estas fechas, que invita a resocializar, pasear, compartir calles y plazas en familia, sorprender a los más pequeños y, sí, también incitan en cierta medida a la compra, a veces desmesurada, pero no estamos hablando de que conviertan las ciudades en los típicos salones de juegos, con luces de colores y sonidos atrayentes que te inciten a gastar todos tus ahorro, ¿o sí? Cuestión de marketing emocional...

El hecho es buscar la crítica sin pararse a pensar en los beneficios, que también existen. Está claro que se haga lo que se haga “la viperina” tiene tema candente e iluminado para darle juego. Particularmente, sin ser un amante ferviente de estas fechas, los montajes y estrategias luminiscentes los considero positivos, al margen de los pocos o muchos gastos que ocasionen. Con ello no quiero rectar importancia al tema ecológico, me preocupa como a todos. No me olvido de los más necesitados, gastos que se podrían emplear en ellos, y curiosamente mejor atendidos en este mes, otro tema mal enfocado.

También, por seguir en la línea, soy de aquellos que piensan en buscar alternativas más económicas, más creativas y más duraderas que minimicen el gasto público a la enorme cantidad de led -ya no se usan bombillas- que se usan. Todo sin entrar en el sentido estricto de la ideología, que aquí nos perderíamos. El hecho es que vestir de Navidad una ciudad tiene sus pros y contras, como todo, y buscar el equilibrio es fundamental para el buen desarrollo de cualquier ciudad, y tal como comenté al inicio, todo es cuestión de luces.

 

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