Nos dan miedo tantas cosas que no somos capaces de dar un paso al frente. No nos atrevemos a saltar al vacío y justo lo que queremos lo tenemos delante nuestra. Que nos asusta todo lo que viene de aquí en adelante. Nos asustamos antes de que llegue. Nos atemoriza. Aunque estamos deseando que ocurra. Nos puede el qué pasará en lugar de intentarlo. Y sin embargo, estamos deseando llegar cuanto antes a todas esas metas que tenemos en nuestra mente. Pero… ¿para qué? Si después no somos capaces de cuidarlo, no sabemos qué hacer y ni siquiera tenemos la certeza de que eso nos pertenezca. Quizás debamos aprender a dar sentido a todo eso que de verdad importa. A eso que decidimos darle importancia, porque a fin de cuentas, quien lo hace importante, somos nosotros. Que nos creemos que a nosotros nunca nos llegará el momento. Pero siempre llega. Nos pasamos la vida mirando, siempre alrededor, viendo qué hacen o dejan de hacer los demás. En lugar de centrarnos en nosotros, en avanzar, en romper barreras y espantar a los miedos. Porque muy valiente hay que ser. Sí. Porque esta vida está codificada para los valientes. Los cobardes se quedan atrás. Los cobardes se vuelven inútiles. Y nunca confiamos. Nunca consideramos nuestras posibilidades ni siquiera nuestros éxitos. ¿Y todo lo que hemos trabajado para llegar hasta allí? Para llegar a un sitio tenemos que construir nuestro propio camino y guiar nuestros pasos. Aunque a veces nos desviemos de la meta, si llegamos, también debemos echar la vista atrás. Valorar todo el sacrificio requerido y saber, que si algo llega, no es momento de dejarlo ir. Porque así está escrito, porque así lo ha querido el destino. Y tú también. Así que agárralo fuerte, no es momento para dejarlo escapar.
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