Matrícula de deshonor

Frustrante expectación

Años de fracasos constantes son los que nuestro país lleva cosechando en un concurso que se aleja mucho de lo estrictamente musical

Publicado: 14/05/2018 ·
13:42
· Actualizado: 14/05/2018 · 13:46
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Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Años de fracasos constantes son los que nuestro país lleva cosechando en un concurso que se aleja mucho de lo estrictamente musical. El certamen anual de Eurovisión se ha convertido para España en La Madame de Stael, que Napoleón nunca pudo conquistar. Fue en 1969 la última vez que logramos alcanzar ese ansioso primer puesto con el conocido ‘Vivo cantando’, que Salomé regaló a la vieja Europa, manteniendo ese palmarés que también se logró en el año anterior con Masiel y su conocido ‘La, la, la’; únicas veces que este país se ha coronado en lo más alto del podio en este certamen. Atrás quedaron aquellos años de gloria con Karina, Mocedades o Betty Missiego, que conquistaron el segundo puesto. En la década de los 80 no pasamos del tercero, conseguido por el grupo Bravo con ‘Lady, lady’, cerrando el top de los 5 con Sergio Dalma y aquel ‘Bailar pegados’ que se quedó en el cuarto lugar. En aquellas distintas épocas, España aspiraba a estar entre las grandes, donde su música siempre estuvo a nivel y era admirada más allá de nuestras fronteras. En este siglo XXI no hemos pasado del sexto puesto de David Civera, en 2001, con ‘Dile que la quiero’, al que nos acercamos con Pastora Soler o Ruth Lorenzo con un respetable décimo puesto. El interés por Eurovisión perdió muchos seguidores ante los constantes desencuentros que frustraron la expectación que nuestro país sentía, recuperando cierta audiencia con el programa ‘Operación Triunfo’, que se consagró como un fenómeno de masas y del que partió Rosa López, que se marcó aquel ‘Europe’s living a celebration’ en 2002, alcanzando el séptimo puesto.

La desilusión volvió a reinar en los seguidores de este programa, que año tras años han ido observando la falta de puntos de nuestros vecinos europeos, que nos han ido desmarcando y desolando hacia lo más bajo de la tabla. Los últimos años han sido un desastre para nuestros participantes, y un desastre también en participación, que todo hay que decirlo. La marca musical de España ya no es lo que era, y en cierta medida, nos lo hemos ganado a pulso. Pero más allá de la valoración en cuando a calidad de los representantes españoles, Eurovisión dejó atrás su carácter de concurso musical para convertirse en una pantomima política y de relación social y/o afinidad cultural en la que España, tiene poco que hacer. Las muestras de cariño y respeto a través de los ‘Poins’ ha ido dejando claro nuestro lugar en Europa, y de la importancia que tenemos en la actualidad, a pesar de los cerca de 450.000 euros que nos cuesta la conocida cita anual de Eurovisión. Aún así, yo soy de aquellos que desean seguir en este absurdo certamen, que a pesar de su caótica y absurda metodología de votación, de su pérdida total de objetividad musical, de la controvertida forma de elegir a los representantes y temas, etc., nos da una visibilidad cultural muy abierta en la que España también es vista por cerca de 200 millones de personas, y es uno de los únicos eventos que nos une, al margen del fútbol, y la participación de España nos hace sentarnos a muchas familias para descubrir las nuevas ‘frikadas’ que nos traen, con ese sabor agridulce que se va aguando a medida que avanzan las votaciones. Este año, Amaia y Alfred han quedado en el puesto 23 con un empalagoso tema, ’Tu canción’. Nos queda la ilusión de que el año que viene podamos superar dicho puesto... O no.

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