Uno de mis libros de cabecera es ‘Los Templos del Producto’ de Carlos Mateos y Borja Beneyto, en el que enumeran lo que son para ellos dos las grandes casas de materia prima del país. Cuando salió me di cuenta de los pocos sitios que conocía de la mencionada lista, por lo que me propuse ir visitándolos todos poco a poco, a día de hoy, aún me quedan algunos restaurantes, pero tengo que decir que he tenido el placer de conocer gran parte de ellos.
La Tasquita de Enfrente era uno de esos pocos restaurantes que aparecían en la lista y ya conocía, un pequeño establecimiento en la calle Ballesta madrileña que está a punto de cumplir medio siglo de vida. Una preciosa fachada de madera que día tras día los grafitteros mancillan sin huella alguna de respeto, en su interior un pequeño comedor con una capacidad de no más de 30 comensales.
Es conocido en Madrid por el afán de su dueño Juanjo en conseguir las mejores materias primas de la ciudad para ofrecer a sus clientes. Muchos de los profesionales y gastrónomos de la ciudad lo tienen como referencia, de hecho no es difícil ver en ciertas redes sociales grandes homenajes que suceden en esta casa.
Mi experiencia es decepcionante, ya he estado en ella en tres ocasiones diferentes, he ido a menú y a carta y en ninguna ocasión ha cumplido mis expectativas, quizás malformadas por las palabras y fotografías que observo en las redes sociales. Estos homenajes que he mencionado antes, crean un ‘hype’ que no he gestionado bien, pero también esos comentarios que señalan a la Tasquita de Enfrente como un olvidado para la guía Michelin haciendo referencia a que se merece su primera estrella o que sea considerado el mejor sitio de producto de Madrid, no he visto en mis visitas las razones para tal prestigio.
En esta ocasión fui al menú degustación, con ciertos altos y bajos, productos como el carabinero que no llegaría al notable y otros platos magníficos como las albóndigas de solomillo. En los últimos años he tenido grandes comidas en casas madrileñas que se equiparan o superan a esta y que tampoco cuentan con estrella Michelin, ejemplos como
Membibre o La Bien Aparecida.
