Pocas veces recordarán los ciudadanos una precampaña tan madrugadora como la que ya se está viviendo en Jaén (también a nivel nacional). El nivel de nerviosismo político es directamente proporcional al de visitas y reuniones de los cargos públicos y aspirantes con colectivos del más amplio espectro social. Y el conjunto histórico y sus asociaciones vecinales están a la cabeza del ránking, porque desde hace algunos años esta zona ha dejado de ser patrimonio y quebradero de cabeza solo de sus vecinos, para convertirse en preocupación de toda una ciudad. El problema es que sobran las visitas. Sobran las reuniones, sobran las promesas, los análisis, los planes, los estudios y, por supuesto, las fotos. El casco antiguo quiere acciones, inversión, hechos, respuestas a pie de calle. Tres años después de los últimos comicios la situación es la misma y aunque cambien los actores de un lado y otro, lo único que sigue sin tener el conjunto histórico es ‘dinerito’, porque proyectos hay para empapelar todas sus fachadas. Por tanto, y como quiera que queda algo más de un año para las distintas elecciones, no estaría mal que los partidos gastaran sus esfuerzos en destinar partidas presupuestarias en lugar de buscar en la miseria humana que se aferra a la esperanza, la receta para asegurar sus pucheros otros cuatro años.
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