La Taberna de los Sabios

El origen mítico de Andalucía

Los nervios propios de estos tiempos de mudanza están a flor de piel en los que se marchan, porque se marchan, y entre los que llegan,porque no acaban de llegar

Publicado: 09/01/2019 ·
09:05
· Actualizado: 09/01/2019 · 09:05
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Tras casi cuarenta años de gobierno socialista en nuestra tierra, parece que, en breve, una nueva mayoría tomará las riendas de la omnipresente Junta de Andalucía. Le deseamos suerte a los nuevos gobernantes. Ojalá acierten con sus decisiones y piloten nuestra nave a buen puerto, que falta nos va a hacer. Los nervios propios de estos tiempos de mudanza están a flor de piel en los que se marchan, porque se marchan, y entre los que llegan, porque no acaban de llegar. Pero este vértigo que les consume, este frenesí que los altera, nos es más que el eco de un suspiro en nuestra larga, larguísima historia. Historia sobre la que habitamos, historia que nos hace, historia que desconocemos casi por completo.

El mito habita el territorio en el que la historia se confunde con la leyenda. Los mitos suelen encerrar una parte de verdad envuelta por el manto del relato secular. Suele ser difícil distinguir lo realmente acontecido de lo simplemente soñado. Pues en esa bruma de lo incierto habita el origen mítico de Andalucía, hilvanado por historias fantásticas que bien hubieran podido ser realidad. Cádiz, ciudad milenaria, fenicia y tudertana, nos convoca para la ocasión en el Casino Gaditano, donde pronunciaré esta tarde una conferencia sobre el origen mítico de Andalucía, organizada por la tertulia Dr. Fernando Delgado Lallemand.

Y como mito fundacional, el de la Atlántida, la ciudad que se tragó el mar y que estuvo, según el bueno de Platón, un poco más allá de las Columnas de Hércules. O sea, en nuestra tierra, en la que se encuentran dólmenes descomunales como los de Menga, Alberite, Valencina y Soto, sin que aún logramos discernir los reinos o civilizaciones que los erigieron. En Almería, Los Millares y El Argar nos confunden por sus riquezas y anticipación. Todos ellos nos hablan de culturas avanzadas a las que ni siquiera alcanzamos a ponerles nombre, confundidas en las nieblas de la prehistoria.

Pero es con Tartessos cuando entramos en la historia y cuando el mito se confunde con la realidad. Schulten intentó, sin éxito, localizar la ciudad perdida entre las arenas del Coto de Doñana. Sus contemporáneos lo tomaron por loco, pero tuvo la gran intuición histórica de poner Tartessos sobre la mesa de la arqueología. Hoy, la ciencia concede la razón al alemán soñador, comprobada la existencia histórica de la cultura tartésica, primera civilización conocida del occidente europeo, con reyes que han llegado hasta nuestros días como Argantonio, Gárgoris, Habis o Gerión.Tartessos, tierra de promisión para los griegos, se desarrolló gracias al comercio con los fenicios.El nombre de Tharsis aparece en más de veinte ocasiones en la Biblia, en la que se glosa la riqueza de sus minas, al punto que fue tartésica la plata empleada enel Templo del rey Salomón.

Hércules, el superhéroe griego, precisó purgar sus amargos remordimientos por haber asesinado a su mujer y a sus hijos en un ataque de locura. La sibila de Delfos le impuso la pesada carga de doce trabajos, diez de los cuales realizó en los territorios tradicionales griegos. Sólo en dos ocasiones tuvo que viajar hasta territorios exóticos, para trasladarse en ambas ocasiones hasta Tartessos, nuestra tierra hoy. Su primera visita tuvo como objeto el robar los bueyes del rey Gerión, en la segunda para robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, custodiados por las tres ninfas y por el fiero dragón Ladón. Hércules, además de sus tropelías, dejó una profunda huella en nuestro recuerdo. Algunas ciudades, como la propia Sevilla, atribuyen su fundación a Hércules, conocido como héroe fundador. Bien hizo Blas Infante en incorporarlo en el escudo de Andalucía y mal hizo la Junta de Andalucía por sustituirlo por un logo en forma de mosca.

Y mientras nos afanamos en el fugaz vértigo cotidiano, con pactos y nervios, el aroma de los mitos fundacionales nos envuelve. Somos tan antiguos que nuestra historia se confunde con el mito, que no es más que el eco deformado y hermoso de nuestro pasado remoto.

 

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