En su casa, regalo de su ahijado, tiene un libro con todas las páginas en blanco. También una grabadora, que se la dio su hijo. En ambos casos, el objetivo es el mismo: quieren que relate, que cuente su vida… porque realmente su vida es digna de una novela. Novela que versaría sobre el esfuerzo, el sacrificio, la bondad, la superación, el espíritu solidario… y toda ella enmarcada en los años más duros de la dictadura franquista, en la miseria que llevó a muchos españoles a optar por emigrar en busca de una vida mejor para luego regresar y enfrentarse a los primeros años de la Transición Democrática para asentarse en una sociedad que tampoco era un camino de rosas. Una novela en la que tampoco faltaría una maravillosa historia de amor y lamentablemente, tampoco el drama estaría ausente. Así sería la novela autobiográfica de José Sánchez Barrera, homenajeado en esta Feria de El Colorado en la categoría de El Mayor.
Mi compañero me dijo que se iba pero yo me rajé… era muy joven y me daba vértigo. Él se fue y al cabo de un tiempo me escribía diciendo que estaba muy bien, con lo que volví a calentarme y me fui al sindicato vertical para que me apuntasen para emigrar”Corría el año 1938 cuando José Sánchez llegaba a este mundo en el municipio vecino de Medina Sidonia en el seno de una familia encabezada por Pedro, su padre, y Consuelo, una madre que “no llegué a conocerla” porque fallecía cuando él apenas tenía cuatro años de edad. José compartía hogar con otros dos hermanos y una hermana… En la actualidad “solo quedo yo”.
Parte de su infancia la pasó en San Fernando. Allí llegó con siete años y tras acabar Primaria se desplazó a los Salesianos en Puerto Real estudió Formación Profesional en la especialidad de Tornero Mecánico. “Eran años duros, lo pasábamos muy mal. Había mucha miseria”, recuerda José Sánchez, quien entró a trabajar en Bazán una vez concluidos sus estudios…
Ese primer tramo de la Posguerra, con una España aislada internacionalmente, dio paso a un proceso de aperturismo dentro de la Dictadura con el Plan de Estabilización de 1959 o Plan Nacional de Estabilización Económica, que era un conjunto de medidas económicas aprobadas en 1959. Y es que no podemos olvidar que España era, junto a Portugal, el país más pobre de Europa Occidental. “Con la estabilización de la peseta, en los primeros años, llegó una crisis económica enorme y que llevó a que muchos españoles, sobre todo los jóvenes, optáramos por emigrar a otros países” y claro, José no fue una excepción.
¡Vente a Brasil José!
Junto a su compañero en Bazán y amigo Ciriaco Martín Pachón, tenía todo preparado para emigrar a Alemania, “pero cuando estábamos en la puerta de la Comisaría para que nos diesen el certificado de Buena Conducta, nos volvimos y regresamos a Bazán”.
De nuevo en la empresa, “mi compañero me dijo que se iba pero yo me rajé… era muy joven y me daba vértigo. Él se fue y al cabo de un tiempo me escribía diciendo que estaba muy bien, con lo que volví a calentarme y me fui al sindicato vertical (el único que había, el resto estaba ilegalizado) para que me apuntasen para emigrar”.
El problema era que la opción de Alemania estaba “suspendida”, al menos en Cádiz, que “era el culo de España y que como ocurre ahora, solo se acuerdan de la provincia cuando vienen a pedir el voto”. La primera opción era Argentina, Bahía Blanca, pero las tensiones políticas en el país cerraron esa vía. “Entonces me dijeron que Brasil”, y con 21 años José Sánchez llegaba a São Paulo… “una ciudad enorme con doce millones de habitantes”.
Allí “fui muy bien acogido. Me fui directamente al Departamento de Inmigración, que era como un cuartel en el que había ciudadanos de todas partes, de España, de Portugal, de Italia, de Rusia. Dormía en una litera. Nos daban de comer de aquella manera. También algún dinero para tabaco (aunque nunca he fumado). Y nos buscaban empleo. Estuvimos muy bien. Ibas a una empresa y si a ambos le interesaba, pues se cerraba el contrato después de un mes de prueba”.
Lograr un empleo era relativamente fácil… “en los polígonos, a las puertas de las empresas había una pizarra donde ponían que se precisaban soldadores, torneros…”. Además, cuando ibas a una empresa negociabas, “e incluso regateabas” por las condiciones salariales. Y es que “se podía cambiar de trabajo como de camisa”.
Tras un par de meses, José dejó el Departamento de Inmigración y comenzó a trabajar en una empresa alemana dedicada a la fabricación de tractores. De aquellos años guarda muy buenos recuerdos y la impresión que se llevó un chico de Medina Sidonia al llegar a una ciudad enorme como São Paulo… “Estaba acostumbrado a la Calle Real de San Fernando, que cuando la vi pensé que era la Quinta Avenida de Nueva York pero cuando volví a vacaciones desde Brasil, me parecía muy chica”.
De Brasil a Sudáfrica
En Brasil estuvo cuatro años, tras los cuales se trasladó en barco hasta Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. “Estuve dos meses en un hotel, pagado por Inmigración. Yo quería puerto de mar, nada de interior y me mandaron al estado de Natal, donde se encuentra Durban, la ciudad más poblada, aunque José se instaló en la capital Pietermaritzburg… “siendo, con mi reciente esposa, los primeros españoles que llegaban”.
Comenzó a trabajar en una empresa canadiense dedicada al aluminio. Ahí estuvo durante un año y “si de algo me arrepiento en esta vida es de haber dejado ese trabajo. Se portaron conmigo de maravilla y eso que ni sabía inglés”.
Como hemos mencionado, a Sudáfrica llegó ya casado con Rafaela García, Rafi, natural de Conil a quien conoció en sus años en San Fernando. Cuando José Sánchez le explicó sus planes a su suegro, “me dijo que me podía a dónde me diera la gana, pero que su hija no se movía de aquí. De hecho cuando le dije que me iba a Brasil, me preguntó que eso dónde estaba. Le dije que muy lejos”. Así que mantuvieron la relación por cartas y se veían cuando José volvía en sus vacaciones… Así hasta que su suegro “cedió” y antes de irse a Brasil con él, “nos casamos por poderes. En representación mía en España estuvo mi hermano en la boda, mientras que en Brasil, mediante misión católica, pedí la autorización del Papa, la cual llegaba a Roma desde donde enviaban el permiso a España”.
Cuarenta años después, se volvieron a casar ya asentados en El Colorado. Lo hicieron en la Parroquia con sus hijos como padrinos.
En Sudáfrica estuvo doce años. “Lo que más me chocaba era el racismo. Si iba andando por la calle y me cruzaba con una persona de color, ésta se bajaba de la acera”. Y precisamente las tensiones raciales, cada año más agravadas, propiciaron su vuelta a España en 1977. “Había manifestaciones, muchos enfrentamientos… y mis dos hijos aún eran pequeños (el primero nació en Brasil y el segundo en Sudáfrica). Y aunque en el 77 no había tanto racismo como cuando llegué, decidimos venirnos a España, a San Fernando, donde con lo que ganaba en esos años me estaba pagando dos pisitos”.
España y los Tupperware
Ya en la provincia, José trató de volver a Bazán pero “me di cuenta que durante todo el tiempo que estuve fuera pocas cosas habían cambiado. Había miseria y las condiciones laborales eran malas. Me ofrecieron entrar como oficial de Tercera, igual que en 1961… así que rechacé el empleo y me fui a un taller en la Zona Franca de Cádiz. Aún así no estaba contento. Ganaba poco y pensé en volver a Sudáfrica. Además, por culpa de una deuda que tenía el constructor de los pisos de San Fernando, Hacienda me había embargado los pisos, con lo que tuve que pedir un préstamo para pagarlo”.
En esa tesitura, “mientras trataba de cerrar las deudas para irme de nuevo a Sudáfrica y al tiempo que no estaba contento en el taller, mi mujer acudió a una reunión para vender Tupperware y comenzó a ganar algo de dinero. Ella es una gran comerciante, vale mucho, y con mi sueldo y el suyo, pues al final decidimos quedarnos”.
Rafaela es una gran vendedora, “de hecho en Sudáfrica la pusieron de jefa en una tienda de moda y eso sin saber apenas inglés”… Esa cualidad, “unida a que es muy lanzada”, no pasó desapercibida en la empresa de Tupperware que por aquellos años no contaba con una distribuidora específica para la provincia gaditana, que se llevaba desde Sevilla.
La empresa se lo propuso y ella aceptó. Así se hizo cargo de la distribución de sus productos en la provincia. “Se hizo autónoma y cuando cerró el taller de Cádiz, también me hice autónomo. Además, mi hijo mayor se encargaba del almacén que estaba en un local que habíamos adquirido en San Fernando tras vender los pisos”. El negocio no dejó de crecer y él se dedicó la familia durante más de 20 años. De hecho, durante muchos años Cádiz era la segunda distribuidora de España con más ventas.
Gracias a esa aventura empresarial “hemos conocido medio mundo, entre convenciones, bonificaciones e incentivos por ventas”.
En ese periodo de tiempo compaginaban la vida en San Fernando con los fines de semana en El Colorado, donde su suegro les había dado un terreno para que se hicieran una casa y se volviesen del extranjero. Y cuando se puso en marcha la autovía, “nos vinimos definitivamente a El Colorado. Y es que antes, la Nacional 340 era un peligro, un caos”.
El Colorado, el paraíso y Cáritas
Para José Sánchez “El Colorado es un paraíso. No soy de aquí pero he tenido una gran acogida. Hay de todo, colegios, farmacia, parroquia y sobre todo unos pinares maravillosos”.
Al cabo de un tiempo, el matrimonio entró a formar parte del voluntariado de Cáritas, con Rafi como presidenta. En esa época padecieron la pérdida de su hijo menor debido a un accidente de tráfico cuando este y su mujer iban en moto a un concierto de Alejandro Sánz en Villaluenga del Rosario. Era el 11 agosto 2007. José y Rafi estaban en la playa junto a sus nietos, de los que se habían hecho cargo ese día.
Cuando entraron en Cáritas, le dieron un nuevo impulso… “Me traje las estanterías del local de San Fernando y las colocamos en la nueva sede (que es la actual), ya que antes estaba donde hoy está el despacho parroquial”.
Respecto al reconocimiento, José Sánchez cree que “seguramente será por mi etapa en Cáritas. Estoy muy agradecido aunque no me lo merezca. No quiero reconocimientos por algo que creo que es mi obligación como es ayudar a mi comunidad”, ya sea desde Cáritas, ya sea como presidente de la Asociación de Vecinos El Colorado, ya sea en luchas para la mejora de la carretera y de los carriles. Y aquí suelta una pequeña pulla… “no me gustó la poca seriedad del anterior gobierno. Roldán nos prometió cedernos un terreno de 700 metros cuadrados para contar con una sede para la asociación, igual que se les cedió al resto. Once años después nada de nada. Nos tenemos que reunir en el Salón Multiusos. Nos sentimos desengañados y ha afectado a la asociación. Cada vez acuden menos personas a las reuniones de la Junta Directiva y muchos socios se dan de baja. Esperamos que cambie y nos den un espacio para desarrollar nuestro trabajo”.
Para concluir, José Sánchez jamás se imaginaba que iba a vivir en El Colorado, solo cuando aún en Sudáfrica su suegro le ofreció un terreno. “Estoy muy feliz aquí, es un lugar muy saludable. Es un paraíso. Hay mucha tranquilidad y se vive muy bien. Además la gente es maravillosa y siempre me he sentido muy bien acogido”.
Ahora, pienso cuando me despido, solo deseo que su vida quede reflejada en un libro porque es digna de ser conocida por todo el mundo como ejemplo de superación, esfuerzo, solidaridad, buen corazón y amor… mucho amor.
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