Miles de personas se manifestaban el pasado domingo en Madrid en protesta por el despoblamiento que están sufriendo numerosas provincias, fundamentalmente, del centro y el norte del país. Comunidades como Castilla y León o Aragón, por ejemplo, están observando cómo pueblos enteros se quedan vacíos o sin apenas habitantes, en un proceso de degradación tal que en muy poco tiempo desaparecerán. El éxodo de sus residentes hacia núcleos urbanos y la demografía imperante, con más fallecimientos que nacimientos, están provocando un irrefrenable declive de la España rural extendiéndose el fenómeno por numerosas provincias. El mal se ha convertido en un problema gravísimo, tanto que ya, por primera vez, el gobierno de la nación comienza a tomar sus medidas tal y como se abordó en el pasado consejo de ministros. También ha irrumpido el asunto en la campaña electoral en donde se están lanzando propuestas concretas por cada uno de los candidatos.
Mientras tanto, la gente se moviliza. Los vecinos de las zonas afectadas reclaman medidas inmediatas y menos estudios y análisis sobre un fenómeno más que conocido y dimensionado. En definitiva, que se pase a la acción de una vez por todas. Se da la circunstancia de que Andalucía es una de las comunidades en donde menos repercusión tiene este factor aunque hay comarcas de las provincias de Córdoba o Jaén en donde ya está dando la cara este problema. Pero, por lo general, no estamos ante una situación similar a otros territorios en donde el vaciamiento de pueblos enteros es ya una cruda y alarmante realidad. Hay razones objetivas que explican en parte lo sucedido aquí. Y es que el tan denostado PER, como se llamaba antes, o el Subsidio Agrario, han constituido un flujo de inversión pública en nuestros pueblos de tal forma que hacontribuido de una forma eficaz a la fijación de la población y a la protección y mejora del medio rural y agrario. Gracias a estas políticas sostenidas en el tiempo, este ámbito se ha dotado de todas las comodidades que pudieran tener sus vecinos en las grandes urbes. Dichas localidades se encuentran bien dotadas de equipamientos de todas clases convirtiéndose en verdaderas agrociudades, evitándose así la sangría que sí están registrando otros. Por tanto, ha llegado el momento de reivindicar lo que en esta materia se ha hecho bien aquí, por encima de prejuicios interesados y de clichés que nos han querido colgar a cuenta de este instrumento de acción pública que ha demostrado con creces su utilidad y acierto.
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