Causa bochorno comprobar cómo el nombre de Andalucía recobra protagonismo en el panorama informativo nacional a cuenta de asuntos verdaderamente escandalosos ligados a su actualidad política. La última iniciativa de Vox para conocer los datos del personal destinado en las unidades de Violencia de Género ha hecho saltar todas las alarmas. El escándalo es mayúsculo y echa por tierra las esperanzas que puedan tener PP y Ciudadanos por remarcar una nueva etapa en esta comunidad tras la llegada al Gobierno andaluz. Mientras lleven a este grupo en el sillín trasero, los sobresaltos serán continuos. Un tejer y destejer que se volverá cada vez más difícil de manejar a medida que lleguen a situaciones más comprometidas como, por ejemplo, cuando se trate de dotar a la Junta de unos nuevos Presupuestos que han de contener las líneas maestras del cambio que preconizan.
Lo cierto es que por mucho que quieran eludir la presencia de tan incomodo compañero de viaje, el tripartito aquí configurado se presenta en el resto del país como la fórmula a seguir, cumpliendo así Andalucía con su probada condición de precursora en todo aquello que sea configurar el mapa político español. Todo un mérito, aunque más hubiese valido que esta tierra hubiese sido referencia y ejemplo para otra forma de hacer las cosas, dejando a un lado a los extremistas e intolerantes, cerrando las puertas, en fin, a la ultraderecha que amenaza con enseñorearse por España, precisamente, tras su entrada triunfal por el territorio andaluz. Pero, las cosas son así. Y si todas las miradas se centran ya en cómo se va a actuar, bien puede ser la ocasión, igualmente, para comprobar el grado de respuesta y reacción ante tanto despropósito. Es aquí en donde todas las fuerzas progresistas, los sindicatos de clase, UGT y CCOO, entidades sociales y demás colectivos, tienen ante sí una gran responsabilidad al tiempo que una excelente oportunidad para reconstruir puentes y retomar caminos que habían quedado cegados y abandonados con el paso de los años.
Es verdad que la coalición de gobierno encabezada por el popular Juan Manuel Moreno Bonilla y por Juan Marín, de Ciudadanos, lo tiene realmente complicado. Gobernar como si los de Vox no existieran cuando, en realidad, resultan imprescindibles para su estabilidad es, prácticamente, imposible. Difícil, sí, pero, también, para una izquierda política que debe renovar sus mensajes y sus propuestas para resurgir con la suficiente fuerza para que Andalucía se posicione en el concierto informativo nacional limpia de adherencias indeseables preservando así el buen nombre que le corresponde por derecho propio.
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