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CinemaScope

'Palomares', de la propaganda al desamparo

La nueva serie documental de Movistar aborda con rigor, espíritu crítico y excesiva puesta en escena los hechos ocurridos hace ya más de medio siglo

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La imagen que todos asociamos directamente al municipio almeriense de Palomares es la de Manuel Fraga dándose un baño en su playa. El entonces ministro de Turismo quiso demostrar a los españoles que el incidente nuclear ocasionado por el ejército estadounidense en la zona estaba superado y no había riesgo alguno para la salud. Salió en el NODO, y eso iba a misa. En realidad, no fue sino una maniobra propagandística de primer nivel a la que los estadounidenses sumaron las suyas propias cuando dieron por cerrada la crisis para ensalzar su capacidad para afrontar con éxito cualquier tipo de desafío logístico ante cualquier peligro inminente.

Y como toda propaganda, aquello sirvió para cubrir con un manto las dudas y temores de la población afectada y desviar definitivamente la atención del resto del mundo de aquel diminuto lugar, pero no para cerrar un episodio del que 55 años después aún se siguen apreciando sus consecuencias, mientras los vecinos lamentan la situación de desamparo en la que se encuentran después de tanto tiempo, porque ni EEUU cumplió con sus responsabilidades, ni todos los gobiernos españoles han atendido a sus preguntas y a sus miedos, pese a las evidencias de la presencia intacta de restos de plutonio en sus tierras.

En rasgos generales, ése es el trasfondo que aborda Palomares, la nueva serie documental de Movistar, dirigida con acierto por Álvaro Ron. Pero llega hasta ahí a partir de la rigurosidad en la exposición milimétrica de los acontecimientos, de manera que la narración no impone una conciencia crítica, sino que ésta es consecuencia de las evidencias que se van describiendo en cada uno de sus cuatro episodios, por impepinables.

Para su guion, parte de tres obras clave de investigación periodística sobre los sucesos -cuenta con la participación de los autores-, aunque lo más notable del trabajo es la recopilación de testimonios para dar forma a la propia historia, en especial en lo concerniente a los supervivientes de la parte norteamericana, y la profusión de imágenes desclasificadas que dan una dimensión bastante exacta de lo ocurrido. A Ron, es cierto, se le va la mano con la puesta en escena, desde el momento en que abusa de la recreación con un interés más dramático que informativo, pero sobre todo redundante, muy por debajo de la precisión narrativa que domina para describir los acontecimientos y una evidencia: Almería sigue en el mapa de milagro.

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