CinemaScope

La red avispa: una película sin alma

La apuesta de Netflix por el cine de autor y trasfondo político suma un nuevo fracaso con el último trabajo del francés Olivier Assayas

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La crisis del Covid ha llevado directamente a las plataformas digitales el estreno de películas que han visto truncada sus opciones en las salas comerciales. La experiencia ha servido para tomar el pulso al consumidor y afrontar la que puede convertirse, a unos años vista, en la principal opción para muchas producciones cinematográficas: el estreno directo en los hogares. Hasta ahora, Netflix se había convertido en uno de los grandes referentes dentro de esta parcela, con apuestas tan decididas y rotundas como la de El irlandés, de Martin Scorsese, Historia de un matrimonio, de Noah Baumbauch, o Diamantes en bruto, de los hermanos Safdie, lo que suponía asimismo toda una declaración de intenciones en favor del cine de autor y de calidad.

Sin embargo, ni siquiera Netflix es infalible. Dos de sus últimos y más esperados estrenos, Su último deseo, de Dee Rees, y La red avispa, del francés Olivier Assayas, han rebajado de forma preocupante sus expectativas: no basta solo con la seducción del argumento, un elenco de lujo, una firma de prestigio y cierta proyección política para asegurarse el éxito de crítica y público. Su último deseo puede pasar a la historia como una de las peores películas del año, y si La red avispa no la acompaña en el podio para el recuerdo se debe a que se desarrolla bajo cierta vistosidad narrativa, algo de lo que carecía la anterior; por lo demás es una película sin alma, sin fondo, sin emoción, desapasionada, acartonada, ni siquiera militante, pese al trasfondo sociopolítico que sustenta una trama en la que la fidelidad hacia los hechos se afronta desde un distanciamiento que termina por bordear la ambigüedad.

En este sentido, La red avispa tiene más valor como reportaje periodístico que como película, pero no creo que ésa fuera la intención inicial de su director y guionista -aplaudido creador de la mini serie Carlos-, que se ha limitado a poner en imágenes lo que cuenta el libro The Last Soldiers of the Cold War, del investigador brasileño, Fernando Morais, donde se detalla la labor de una red de espías cubanos que logró infiltrarse entre los organizados disidentes anticastristas refugiados en Miami en la década de los 90. Ni siquiera el  buen trabajo de Edgar Ramírez, Penélope Cruz, Ana de Armas y Wagner Moura -incluido su adoptado acento cubano-, ayuda a elevar el interés por un relato que opta por la intrascendencia.

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