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‘Sufragistas’: El valor y el precio del voto

Fue pagado y conquistado con la vida, la sangre, la prisión, el sudor y las lágrimas de unas heroicas e incansables luchadoras, en todos y cada uno de los países en los que se obtuvo...

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Todas aquellas que vean esta película, o lean esta entrada, y se propongan acudir a las urnas el próximo domingo, deberían recordar el valor y, sobre todo, el enorme  precio de nuestros votos. Nadie nos ha regalado el derecho al sufragio. Muy al contrario. Fue pagado y conquistado con la vida, la sangre, la prisión, el sudor y las lágrimas de unas  heroicas e incansables luchadoras, en todos y cada uno de los países en los que se obtuvo. Pero es a sus compatriotas, las más paradigmáticas junto a las estadounidenses, a quienes glosa aquí la británica Sarah Gavron, cosecha del 70 y responsable de esta cinta.

106 minutos de metraje. El espléndido guión es de Abi Morgan. La excelente fotografía, del catalán Eduard Grau. La banda sonora, del gran Alexandre Desplat. Su acción se sitúa en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial cuando el movimiento sufragista, tras cincuenta años de lucha silenciada y pacífica, decidió radicalizarse y hacerse oír bajo el liderazgo de la histórica activista Emmeline Pankhurst, que aparece con los rasgos y la fuerza de Meryl Streep, en una escena tan potente como ella.

Pero se centra en el de ficción de Maud, interpretado portentosamente por Carey Mulligan, una obrera de una lavandería industrial y en sus compañeras de infortunio, explotación y esclavitud, una de las cuales la inicia en el Movimiento. Sabia decisión la de la realizadora, de mezclar a estos personajes imaginarios -precioso también el de Helena Bonham Carter- con los reales, pues así ejemplifica la lucha interclasista de una revolución tildada de burguesa. No era tal, puesto que las más “privilegiadas” de entre ellas, pertenecientes a la clase del padre o del marido, compartían el mismo estatus de opresión y ausencia total de derechos que las demás.
Sabia decisión la de la realizadora, pues asocia el derecho al voto con todos los demás, con la plena ciudadanía, por la que estas heroínas lo dieron todo. Lo hicieron porque querían ser personas a parte entera, con total disponibilidad sobre sus vidas y opciones. Con la posibilidad de acceder a una igualdad de oportunidades legal y de facto en los estudios, en el trabajo, en los salarios… Rompiendo el techo, no de cristal, sino de cemento, del poder absoluto masculino y patriarcal que las aprisionaba de la cuna a la tumba.

Y lo hace internándose en el infierno de las fábricas; de los hogares; de los maridos tiranos, maltratadores y dueños de la fortuna de sus esposas; de las jornadas interminables en un trabajo aún más atroz que el masculino, pero con mucho menor salario, en el que el jefe es el amo, con derecho de pernada; de la custodia omnímoda de los-as hijos-as… Pero también de la dictadura política, policial -excelente Brendan Gleeson- carcelaria y torturadora. De toda la artillería pesada de un inicuo estatus quo dirigida contra unas mujeres valientes, que llegaron al límite de sus fuerzas, perdiéndolo TODO, por hacerse oír, por hacerse visibles, por conseguir sus objetivos.

Una lúcida, hermosa, vibrante, oscura,  emotiva, luminosa, cruel y tan atroz como los tiempos terribles en los que les tocó ser y estar, declaración de amor a unas intrépidas, generosas y solidarias pioneras, con las que nuestra deuda de gratitud es permanente. Una inteligente, sensible e incisiva mirada de mujer que nos devuelve el orgullo de nuestra Memoria Histórica más vilipendiada, minimizada y ridiculizada y que debatiremos en nuestra próxima tertulia de cine del miércoles, 13 de enero.

Piensen en ello, en ellas, cuando voten. Y, sobre todas las cosas, no se la pierdan.

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