El western, como género, nunca ha llegado a desfallecer, e incluso ha vivido un nuevo auge en los últimos años de la mano de varias series de televisión, entre ellas la imprescindible Deadwood. The English viene a reivindicarse en el mismo sentido. Lo hace reconociéndose deudora del pasado inextinguible del gran cine del oeste -a través de los encuadres, los escenarios, la luminosidad, el uso del color, la dimensión épica de la historia-, pero también a partir de un relato con notables aciertos -el clima de desconfianza en los territorios fronterizos, los brillantes diálogos- y una serie de personajes perdurables, por su hondura dramática o por su siniestra condición -atentos a Black Eyed Mog-.
Bajo el sello de la BBC y la producción de su protagonista femenina, Emily Blunt, en The English no solo sobresale el respeto hacia determinados cánones cinematográficos del género, sino su autenticidad, a partir del cuidado compendio del resto de géneros que cohabitan en el seno de una historia que combina la intriga, el drama y el romance para construir lo que no deja de ser un western, pero de una extrema sensibilidad.
Dirigida y escrita por el británico Hugo Blick, cuenta la llegada al salvaje oeste de una mujer británica con el único propósito de vengar la muerte de su hijo. En su camino se cruza con un indio pawnee, Eli Whipp (Chaske Spencer), que se presta a socorrerla tras haberle salvado de morir linchado. A partir de ese momento la narración discurre con diferentes saltos atrás en el tiempo para ir descubriendo las heridas internas de los protagonistas e ir reconstruyendo tanto sus vínculos como la difícil vida en las llanuras, plagadas de saqueadores y pistoleros sin escrúpulos.
Y en ese recorrido hay presentes ramalazos de gran cine, muchos de ellos calcados de otros clásicos del género, incluidas las notas de la, por otro lado, brillante banda sonora del argentino Federico Jusid, que remiten una y otra vez a Morricone y al John Barry melódico, pero también al Sara’s Theme compuesto por Clint Eastwood para Sin perdón. Y asimismo ramalazos de honda inspiración literaria, como extraídos de algunos de los relatos de Dorothy M. Johnson, que hacen de esta miniserie un espléndido trabajo que encubre una gran ilusión: esas inmensas y preciosas llanuras de Wyoming se encuentran en realidad en Segovia y Toledo.
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