CinemaScope

Un 13 Rue del Percebe parisino en lo más crudo de la pandemia

Dany Boon ofrece un simpático y amanerado retrato de la vida bajo las restricciones del covid 19 en 'Rue de la Humanidad, 8'

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Desde que se diera a conocer hace 13 años con Bienvenidos al norte, la trayectoria del actor, director y guionista Dany Boon ha terminado por ensalzarle como el nuevo rey de la comedia popular francesa -y, por ende, de la taquilla gala-, siguiendo el ejemplo de antepasados del género como Bourvil, Fernandel o Louis de Funes, y de contemporáneos como Christian Clavier. En todas sus películas ha explotado su notable comicidad como tipo corriente sujeto a determinados clichés -el de agente de policía, hipocondríaco, tacaño, padre de familia, profesional de éxito- y sometido a variables impredecibles.

Admirado por el público, aunque no tanto por la crítica, ante la reiterada y gastada fórmula sobre la que construye cada una de sus comedias, bajo la prioritaria búsqueda de la carcajada, espolvoreada con ligeros elementos sentimentales, Boon ha asumido el control de casi la mitad de las películas en las que ha participado en todo este tiempo. En su último trabajo, Calle de la humanidad, 8, asume la dirección, el guion -coescrito junto a su pareja y también protagonista del filme, Laurence Arné- y se reserva uno de los papeles principales de esta comedia coral, desarrollada en el ámbito de un vecindario que, si bien cuenta con unos residentes más bien aseados, parece asumir la misma función episódica de los habitantes de 13 rue del Percebe.

Un 13 rue del Percebe -aquí denominado 8 Rue de l'Humanité- ambientado en plena pandemia y, peor aún, en lo más crudo del confinamiento, lo que da pie al desarrollo de de situaciones perfectamente reconocibles y que ahora, desde la distancia, hacemos risibles una vez llevadas al extremo de la parodia, de manera que en cada una de las viviendas aparecen retratadas muchas de las situaciones que vivimos en primera persona durante la primavera de 2020 y que aquí dan pie a todo tipo de enredos y ridículos, desde la obsesión enfermiza por la higiene, a la celebración de juicios por Zoom, sin olvidar los paseos con perro por calles vacías, la proliferación del delivery, los aplausos al atardecer, las pruebas PCR, la solidaridad, las denuncias a la policía, las suspicacias entre vecinos...

Todo un muestrario en el que también hay cabida para el reconocimiento a los sanitarios, un mensaje pedagógico en favor de las vacunas y la terrible huella de la muerte a causa del virus. En suma, un divertido pero también amanerado retrato de nuestras vidas bajo el impacto del covid.

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