Es actualidad desde ayer -y por un mes al menos - el juicio contra el que fue jefe de los mossos de escuadra, Josep Lluís Trapero Álvarez. Le atribuyen un delito de rebelión. Nadie vio a los mossos armados tratando de dar un vuelco a la situación política catalana hacia la independencia, ni de iure ni de facto, ni en broma ni en serio. Hay acusaciones que llaman poderosamente la atención. No existió en los mossos un alzamiento violento y público (Código Penal, artículo 472) para declarar la independencia de Cataluña, ni Trapero, por tanto, lo pudo encabezar. En algunos sectores de los mossos pudo existir connivencia con los que preparaban las votaciones ilegales, o condescendencia con los que bloquearon la consejería de Economía y otras acciones en otros escenarios en los que no se empleó la contundencia que ahora enjuicia el tribunal. Pero de ahí a una rebelión hay una distancia infinita.
Trapero se ha defendido explicando su relación con el gobierno catalán sobre el referéndum ilegal: “Les dijimos que íbamos como cúpula del cuerpo, representando a todo el cuerpo. Les trasladamos que iba a haber por lo menos 2 millones de personas y 15.000 policías y que eso necesariamente iba a ocasionar conflictos graves de orden público y seguridad ciudadana”. Lo mismo que explicó en el Tribunal Supremo que la cúpula de los Mossos advirtió a los máximos responsables de la Generalitat sobre cumplimiento de la legalidad y de las órdenes judiciales. Literalmente manifestó ante el alto Tribunal: “Les dijimos que no se equivocasen con nosotros, que lo íbamos a cumplir”. Ahora Trapero ha dado a conocer el detalle minucioso del dispositivo para detener a los entonces presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, vicepresidente Oriol Junqueras y consellers si se llevaba a cabo la declaración unilateral de independencia. Son sus pruebas de descargo.
Trapero llegó a ser considerado un verdadero héroe cuando se produjeron los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils, por la rapidez y la eficacia en la detención -y dejar fuera de combate- a los terroristas yihadistas. Se imprimieron hasta miles de camisetas con su cara para destacar su figura frente a los cuerpos estatales. Ahora está solo ante el peligro. Tras haber dejado clara su postura frente al independentismo en su comparecencia en el Supremo lo han abandonado. Sic transit gloria mundi. Ni héroe ni villano, un profesional ante la Audiencia Nacional.
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