Cuesta trabajo creer que después de sendas reuniones con UGT y CCOO y la patronal, CEA, el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla se vaya de vacío y no consiga cerrar ni un triste documento que recoja aunque sea una simple declaración de intenciones en favor de la paz social que tanto proclama. Ambas citas, oficiales y con la asistencia de las respectivas secretarias generales de dichas organizaciones, Carmen Castilla y Nuria Lopez, así como con el presidente de los empresarios, Javier Fernández de Lara,concluían sin concretar ningún tipo de acuerdo. Ni siquiera un documento de mínimos que fijara el marco y los términos del diálogo establecido.
Es más, lejos de un apacible encuentro, con foto de rigor de por medio, ni siquiera ha tenido la habitual imagen que trasluce cordialidad y concordia. Incluso, el Jefe del Ejecutivo andaluz se llevó un rapapolvo al tener que admitir las quejas sindicales por la no adecuada interlocución que encuentran en su gobierno, en especial, en los departamentos de Sanidad y Educación aunque las criticas también se extendieron al resto de consejerías. En su haber, Moreno se lleva la elegancia con la que encajó el envite pero eso no impide deducir que algo está fallando aquí cuando no consigue alcanzar una elemental confluencia con las organizaciones sindicales.
Puede que estemos ante un pésimo trabajo previo de los suyos para preparar el terreno de tan trascendente mesa o puede, sencillamente, que no haya una apuesta de verdad para conseguir el respaldo sindical sobre los objetivos estratégicos que tiene por delante Andalucía. Ahora que se inicia una pugna con el Gobierno central, por ejemplo, a cuenta de un nuevo modelo de financiación o ante las amenazas de la consolidación de desequilibrios territoriales un consenso con las entidades sociales reforzaría notablemente la posición de la Junta de Andalucía. De eso es perfectamente conocedor Moreno de ahí que no se pueda permitir otro fiasco más en esta materia.
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