Esta semana numerosos medios han reportado la noticia de que un niño de 11 años alérgico a la leche murió el pasado mes de junio en Reino Unido tras consumir una tableta de chocolate. El progenitor del enfermo le dio un producto que pensaba que era compatible con la enfermedad del menor desencadenando una reacción alérgica que acabó con su vida.
Existen numerosos casos de mal etiquetado de productos que desencadenan reacciones adversas en aquellas personas enfermas, por lo que existe un sistema de alertas de AECOSAN (Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición) para informar a la población y retirar esos alimentos del mercado a fin de prevenir estos casos. Además de esto, existe un gran desconocimiento en el público general acerca de estas enfermedades, lo que da lugar a que ocurran este tipo de desgracias.
Entre las alergias e intolerancias más destacadas causadas por alimentos se encuentran aquellas producidas por la leche, como la de este caso. Todos tenemos algún familiar, amigo o conocido que es intolerante a la lactosa o alérgico a la proteína de la leche. Aunque cada vez son más sonadas y la población está más concienciada, a veces se tiende a confundir un concepto con el otro, por lo que debemos preguntarnos lo siguiente: ¿sabemos realmente cuál es la diferencia entre estos dos trastornos?
En primer lugar, la diferencia más obvia es que la intolerancia a la leche es producida por la lactosa, que es el azúcar fundamental de la leche, el cual se compone de glucosa y galactosa, mientras que la alergia es provocada por proteínas presentes en la leche.
La intolerancia a la lactosa es provocada por un déficit en una enzima digestiva, que se conoce con el nombre de lactasa, y que se encarga de digerir la lactosa que tomamos. Por contra, la alergia se produce por una respuesta exagerada del sistema inmunitario a las proteínas de la leche, principalmente a la betalactoglobulina y a la caseína. Por ello, los intolerantes a la lactosa pueden consumir lácteos sin lactosa, que realmente son productos que contienen los enzimas necesarios para digerir este azúcar, y que su organismo no es capaz de sintetizar, por lo que deja de ser perjudicial su consumo. Sin embargo, aquel alérgico no puede consumir ningún tipo de producto lácteo con o sin lactosa.
Además, merece la pena resaltar que mientras que las personas intolerantes la lactosa pueden tolerar pequeñas cantidades de la misma, y consumirla solo podría desencadenar síntomas gastrointestinales, las personas alérgicas deben evitar todo tipo de lácteos, ya que hasta una ínfima cantidad de proteína puede desencadenar síntomas inmunológicos graves, como el de este caso que ha salido a la luz.
Hay personas intolerantes a la lactosa, que la digieren mal y que además conforme pasan los años, la asimilan peor, sobre todo si no se consume. A medida que nos hacemos mayores, la síntesis de lactasa es menor por lo que la intolerancia a la lactosa es progresiva. Las personas que consumen leche regularmente la asimilan mejor, debido a que la síntesis de lactasa depende de un consumo regular.
Para la población que padece este tipo de intolerancia la pauta a seguir en la dieta es evitar este azúcar para no sufrir problemas gastrointestinales, gases, etc. Las personas intolerantes no deben tomar lácteos que contengan lactosa, o sustituirlos por derivados sin lactosa.
Por último, es importante saber que, si la leche nos sienta bien y se digiere de forma correcta, no se debe eliminar la lactosa de la dieta porque si no favorecemos que a corto plazo aparezca dicha intolerancia.
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