Ron Jones, un profesor de historia de instituto de California en Estados Unidos, en 1969 experimentó con sus alumnos una recreación de lo fácil que resulta perder la visión del otro y convertirse en un nazi.
Los alumnos no comprendían la pasividad de los alemanes en los años 30 ante lo que estaba ocurriendo y cómo no les exigían a sus gobernantes un mínimo de decencia. En las clases todos se mostraban de acuerdo que eso en Norteamérica no podía ocurrir.
Así Ron Jones ideó un experimento al que llamó “La Ola” y que aplicaría en distintas fases entre sus alumnos. La primera hablaba de disciplina. Todos debían sentarse correctamente y seguir unas pautas de comportamiento que hicieran más provechosas las clases. La disciplina es el secreto de los triunfadores. Los alumnos comprobaron la eficacia de la medida y empezaron a seguirla sin ningún otro planteamiento. Estaban perdiendo su pensamiento individual.
Sucesivamente Ron Jones fue introduciendo nuevas fases en “La Ola”. Así aplicó “la fuerza a través de la comunidad”. Un miembro del grupo debía apoyarse en otro para poder conseguir objetivos. Y para identificar a la comunidad nada mejor que un símbolo y unas consignas que todos pudieran reconocer y reconocerse. Todos acabaron gritando las consignas en clase. La siguiente fase vino dada: “la fuerza a través de la acción”. Los alumnos de esa clase estaban orgullosos de lo que estaban consiguiendo como grupo y así lo mostraban al resto de compañeros del instituto. El profesor Jones autorizó a sus discípulos a reprender a los otros miembros del centro que no se mostraban de acuerdo con las nuevas normas. Para ello les entregó unas tarjetas que los diferenciaba de los demás.
Aunque Jones comprendió que aquello se le iba de las manos, decidió seguir aplicando fases como “la fuerza a través del orgullo” donde los primeros alumnos empezaron a tomar represalias a los que no cumplían con la disciplina.
La casualidad hizo que “Times” publicara una ola en su portada. Aunque no tenía nada que ver con el experimento, Ron Jones aprovechó la ocasión para hacerles creer que “La Ola” era un movimiento nacional y que pronto el líder hablaría para ellos. Tras reunirlos a todos en el gimnasio del instituto y no aparecer nadie, comprendieron lo que había pasado.
Habían sido utilizados. Manipulados. Nadie les había obligado a seguir esas normas. Habían cambiado su libertad por la del grupo donde estaban más cómodos. Habían aceptado una mentira y olvidado sus propias convicciones.
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