Cartas a Nacho

Cambio

Aquello de no es noticia que un perro muerda a un niño, más bien que el niño muerda al perro...

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El tiempo de Navidad es al periodismo lo que el aceite al agua, si entendemos el oficio del periodista como aquel que cuenta historias que nunca se han contado. Aquello de no es noticia que un perro muerda a un niño, más bien que el niño muerda al perro.

Como en agosto, la Navidad tiene en los medios de comunicación unos temas recurrentes que previamente sabemos que se van a tratar y en los que sólo se cambia el dato: el número del “Gordo de Navidad”, el precio de los percebes, el tráfico en las carreteras, los fuegos artificiales del puente de Sidney, la limpieza de la Puerta del Sol el día 1 de enero, la foto en primer plano de un niño viendo la cabalgata de Reyes Magos en portada y las imágenes desenvolviendo los regalos en la mañana del 6 de enero.

Son noticias convertidas a imágenes que todos asumimos que año tras año la volveremos a ver una y otra vez. Es un plácido paréntesis en la “trepidante actualidad” cotidiana que nos permitimos y que acompaña en un segundo plano las conversaciones en los almuerzos y cenas familiares en los días de Navidad. Al fin y al cabo, el concepto de las fiestas  tiene un fondo de memoria y repetición, una vuelta al pasado, y los medios dan tregua a sus audiencias y lectores para no romper esa “armonía”. Nos deseamos unas fiestas en paz, sólo se permite la discusión de política con el cuñado en la cena de Nochebuena.  Nos alegramos cuando pasan estos días y respondemos: hemos tenido unas fiestas tranquilas cuando nos preguntan cómo las hemos pasado.

Para la gran mayoría, hoy es el primer día real de este nuevo año. Muchos nos incorporaremos a lo cotidiano, a lo habitual y tras esta vuelta al pasado, desearemos un cambio a mejor en nuestras vidas. De pronto todo se tiene que acelerar para alcanzar los objetivos que nos hemos marcado. Este año sí conseguiremos aprender inglés y no sólo pagar la cuota mensual del gimnasio, también iremos para poder ponernos en forma. Este será nuestro año. El que nos traerá todo aquello que no conseguimos en los precedentes. Un cambio total.

Sin embargo, este cambio se va produciendo de una forma más pausada, más tranquila. La Navidad no es una vuelta al pasado. Estas fiestas que ahora hemos dejado son realmente una confirmación de nuestra vivencia, de nuestro paso por el mundo. Del futuro. Una línea que atraviesa nuestra existencia. En la pasada cena de Nochebuena seguramente no habremos cambiado nuestra posición en la mesa; sin embargo, hemos pasado de hijo a padre y dentro de poco, a abuelo.

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