Cada vez que vuelvo a la finca donde se asienta la bodega de Miguel Domecq subimos a la Torre de la Cera, la torre vigía de la época andalusí que da nombre también a la pedanía y desde se divisa una de las mejores vistas de la provincia de Cádiz. Y compruebo con una mezcla de preocupación e impotencia que su estado es un poco peor. El propio Miguel Domecq comunicó en su día al Estado su disposición a sufragar los gastos de la restauración, pero da la impresión de que la administración está más por la labor de dejar que se venga abajo antes de que nadie haga algo para evitarlo. Ya saben, la técnica del perro del hortelano.
Lo que nos trae a la finca Torrecera es una cita con Joaquín Gómez Beser, enólogo desde el primer minuto de la moderna y espectacular bodega que surgió de una explotación agraria que aún hoy centra su actividad en el olivar súper intensivo. Los viñedos con las diferentes variedades ocupan apenas el 5% de la superficie, pero son el alma de un proyecto que tiene entusiasmado al Domecq más tranquilo, que hizo caso omiso a la tradición vinatera con generosos y se volcó en los vinos tranquilos y generosos.
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