CinemaScope

'La unidad', una serie ‘marca España’

Dani de la Torre imprime estilo y ritmo a esta ambiciosa superproducción sobre un equipo policial dedicado a la lucha contra el terrorismo islámico en España

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Dani de la Torre forma parte de una nueva generación de realizadores que ha sabido reivindicar su talento tras las cámaras a partir de la confluencia de una serie de intereses comunes: su propia proyección internacional, unos códigos narrativos deudores del nuevo Hollywood y el respaldo económico y promocional de las grandes cadenas de televisión para afrontar proyectos más arriesgados y, sobre todo, comerciales. Su presencia al frente de la mini serie La unidad, la gran apuesta de Movistar para esta temporada, llega avalada por sus dos únicos largometrajes hasta la fecha -El desconocido y La sombra de la ley-, en los que demostró dominar, primero, el thriller y, después, el riesgo de una superproducción, que son los componentes esenciales de los que se nutre este muy entretenido y competente trabajo.  

La serie describe -a veces roza la propaganda- la labor de una unidad policial especializada en la lucha contra el terrorismo islámico en nuestro país, y desde el primer episodio deja clara su apuesta por el despliegue visual de su puesta en escena, así como por la espectacularidad de la acción y los múltiples escenarios en que se desarrolla, apoyada asimismo en un muy competente reparto encabezado por Natalie Poza y junto a la que destacan Michel Noher, Marián Álvarez y Luis Zahera. Es toda una declaración de intenciones; es una serie que aspira a triunfar fuera de nuestro país, a reivindicar la propia marca España de nuestros creadores y, de paso, la de la propia Policía Nacional: no solo sabemos hacer series al nivel de CSI, sino que nuestros polis son más auténticos. Y, en este sentido, el resultado es más que admirable.

Y sin embargo, lo más interesante y meritorio del trabajo de De la Torre es cuando pisa suelo, cuando se detiene en la labor policial, en la vida personal de los agentes, en los detalles de la intriga, en el control del ritmo, cuando se dedica a narrar. Todas las carísimas y espectaculares escenas ambientadas en Siria o Nigeria resultan completamente accesorias, prescindibles; son mero artificio. Por contra, la concepción del plano secuencia del atropello múltiple en pleno centro de Madrid, o el clímax realista del final de la serie, dan buena prueba de la talla de un realizador comprometido con el impacto de lo que narra, aunque se le queden algunos cabos sueltos y sobren algunos personajes demasiado caricaturizados, como el de Fele Martínez.

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