Javier Ramírez, linense de 53 años, vive con su hijo de 24. Desde noviembre de 2015, mantiene una encarnizada batalla contra la leucemia mieloide aguda, en la que obtuvo hace seis meses una contundente victoria tras recibir un trasplante de médula de una de sus dos hermanas. Desde entonces, revisiones periódicas y tratamientos le recuerdan que debe seguir cuidándose y no bajar la guardia, pero su experiencia le ha reportado dos cosas, apreciar mejor la vida y el deseo de dar testimonio para salvar vidas.
En los últimos meses, otro paciente con la misma dolencia, Pablo Raez, se ha convertido en un fenómeno mediático que se ha hecho, además, viral con las redes sociales. Su campaña para lograr un millón de donantes ha incrementado espectacularmente las donaciones de médula osea. Javier se confiesa admirador de Pablo, y espera que su ejemplo pueda conseguir también un efecto positivo.
Batalla y victoria
El periplo de Javier contra la enfermedad comenzó el 30 de octubre de 2015. Por aquel entonces, Ramírez, docente durante 18 años en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe, en Palmones y psicoterapeuta, llevaba a cabo una labor con reclusos en el centro penitenciario de Botafuegos, en Algeciras. Aquel día le surgió una fiebre muy alta, que se mantuvo durante varios días sin que los médicos acertasen a darle un diagnóstico. Finalmente, y tras 11 días en el Hospitén de Estepona, llegó el temido momento. “Cuando me dieron el diagnóstico entré en estado de shock. Me dijeron: Tienes leucemia, aunque aún no sabemos el apellido, tenia los niveles de leucocitos y plaquetas por los suelos”.
Comenzó entonces para Javier un periodo duro de asimilación de su nueva situación. “En ese momento, se te resetea la vida, se te queda totalmente en blanco y hay que reescribir de nuevo. Todos mis proyectos y perspectivas se pararon. Hay dos puertas, te puedes deprimir o enfrentarte a la enfermedad”.
Una de las experiencias más duras pasadas por Javier ha sido su aislamiento, común al de todas las personas que han pasado esta enfermedad. “Pasé 105 días en el hospital, asilado, dos fases de quimio, fase de revisión total, y acabé totalmente reseteado a nivel inmunológico, igual que Pablo y todos. Salí muy debilitado”.
A la hora de buscar compatibilidades para un trasplante de médula, solo una de sus dos hermanas, con un 100% de compatibilidad, tenía la llave de su futuro.
Aprendizaje
Desde entonces, han pasado seis meses, sano, con sus revisiones y tratamientos, y asegura haber aprendido mucho. “Tengo un 50% de posibilidades de vivir aunque el trasplante de mi hermana vaya bien. Yo no digo maldita, sino bendita enfermedad. Cargaba mi vida con responsabilidades estrés. Ahora lo único que queda es el tiempo: no hay preocupaciones, envidias, de pronto llega el gran aprendizaje”, asegura. “Yo soy consciente de que puedo morir, pero no me da miedo porque estoy aprendiendo a vivir con la enfermedad”, proclama.
La experiencia también ha constituido un aliciente para sus familiares y amigos. Habla de su hijo, quien con 24 años “se ha hecho adulto a mi lado, maduro a marchas forzadas”.
En su página de Facebook, comparte cada día sus pensamientos, su experiencia con los demás, y agradece enormemente a sus amigos que, colgando sus fotos y contando sus vivencias, le ayudasen, en su momento de soledad y reclusión, a seguir teniendo una ventana al mundo.
Pablo Ráez, referente
Quiere transmitir el “impacto” que le ha provocado el caso de Pablo Ráez, a quien con 18 años se le diagnosticó la enfermedad, y admita su manera de transmitir, “con madurez, contundencia”. Además de compartir cada noticia de Pablo que ve en las redes sociales, quiere contactar con él. Se puso en contacto con su novia, Andrea, y con un tío suyo. Por ahora, ha sido imposible. Pero lo que más desea en este momento es contribuir a su noble causa. “Yo quizás con esta entrevista estoy salvando vidas. Estoy seguro de que este paso es bueno. No quiero nada para mi. No quiero que la gente me salude, ni ser famoso; busco que si yo mientras esté vivo puedo transmitir a la gente: “Puedes ser tu mismo, porque todos somos leucemia. Esta es la única donación que se puede conseguir en vida”, sentencia.
Javier es consciente de la falta de información que los potenciales donantes tienen y que les producen miedo a la hora de lanzarse. “Te citan. Es una pequeña reunión informativa, donde se resuelven dudas y se asumen compromisos. Se trata inicialmente de una pequeña extracción de un tubo de sangre, totalmente inocuo, para ver tu matrícula. Las condiciones, tener entre 18 y 55 años, no tener enfermedades contagiosas ni células cancerosas. En el momento que hay una persona compatible con tu médula te lo hacen saber y ya se trata de extraerla y transportarla. Hay dos formas de hacerla, la más normal a través de la circulación periférica, como una especia de diálisis, sin sedación, para estimular la producción de células madre; la otra, por punción de la zona ósea donde se sitúa la médula. Aquí tienen que poner sedación en el 20% de los casos”.
En el poco tiempo que lleva dando a conocer su historia, asegura que ya se ha conseguido algo. Tras hablar con la coordinadora del Área de Transplantes, asegura que de uno o dos donantes al mes ha pasado a tener citadas, este lunes, a 20 personas para donar, un efecto llamada similar al de Pablo en Marbella.
Ahora, Javier se ha animado, incluso, a escribir un libro, con el que lleva mes y medio. “Es de autoayuda e hijo de esta enfermedad, tiene mucho que ver con lo que a la gente le hace sufrir el apego a los miedos”, indica.
Javier quiere transmitir la importancia del trabajo de colectivos como la Asociación Malagueña Para La Investigación De La Leucemia (Ampile), a la que ha estado muy unida por haberse desarrollado su tratamiento entre Málaga y Estepona.
El teléfono de dirección de Enfermería del hospital del SAS de La Línea para los interesados en ser donantes de medula es el 956026548.
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