Alcobaça y Batalha

Las dos ciudades albergan dos joyas de la arquitectura en forma de monasterio, catalogadas como Patrimonio de la Humanidad

Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
  • Monasterio de Alcobaça. -

 

En Portugal, y a medio camino entre Porto y Lisboa, a la altura de Fatima, podemos encontrar dos joyas de la arquitectura en forma de monasterio y que la Unesco tiene catalogadas como Patrimonio de la Humanidad. Alcobaça y Batalha, dos poblaciones relativamente cerca una de la otra, atesoran cada una dos manifestaciones arquitectónicas a las que dedicar una mañana entera durante un viaje por el país luso. 
 
Alcobaça es una población de una cierta importancia cuyo nombre se deriva de su propia situación geográfica ya que los ríos Aloca y Baça confluyen aquí dando nombre a la pequeña ciudad que alberga el monasterio de Santa María de Alcobaça. Los trabajos para construir el monasterio de Santa María de Alcobaça se iniciaron en 1178 bajo los deseos de Alfonso Henriques, el rey Alfonso I de Portugal, primer Rey de Portugal, quien tomara Santarém en 1147 y jurase a Dios la construcción de un monasterio dedicado a la Virgen María. Los trabajos no se dieron por finalizados hasta 1752, casi seis siglos después, en el año en que se construye la enorme cocina y la casi descomunal chimenea, sin duda, la estancia del monasterio en la que más disfrutará de su visita. Es tal la dimensión de esta cocina que un ramal del río está desviado directamente para uso de los monjes en su faceta de cocineros. Con 18 metros de altura, en esta cocina se pueden llegar a cocinar… ¡siete bueyes a la vez! 
 
Santa María de Alcobaça, monasterio que sigue la regla cirstenciense, presenta una iglesia de vastas dimensiones. Con una nave cuya planta es de 106 metros de largo por 23 metros de ancho -y 20 metros de altura-, pasa por ser la iglesia más grande de Portugal. Si bien lo que más le estremecerá de Santa Maria de Alcobaça es la trágica historia de amor que encierran sus paredes. Pedro, el hijo del Rey Alfonso IV, heredero de la corona portuguesa, era el  esposo de Constanza de Sevilla, hija de los reyes de Castilla. Constanza de Sevilla fallece al dar a luz su tercer vástago e Inés de Castro, bella dama de honor, se convierte en amante del heredero Pedro. El rey Alfonso no aprobaba esta relación, por lo que en ausencia de su hijo, organiza un juicio de opereta contra Inés de Castro y la condena a muerte. En 1357 Pedro accede al trono portugués y jura venganza, persigue a los asesinos de su amante, los tortura y les arranca el corazón. En 1361 el ya rey Pedro I el Justiciero, consigue una bula papal por parte de Inocencio VI por lo se hace realidad el deseo de Pedro de casarse con Inés de Castro. Exhumado su cadáver, es nombrada reina regente. Ambos reposan para siempre en Santa Maria de Alcobaça. Hermosa y a la vez trágica historia.
 
El 14 de agosto de 1385, a unos cuantos kilómetros de distancia de Batalha, se produjo la batalla de Aljubarrota en la que las tropas de Juan I de Castilla, netamente superiores en número, se enfrentaron por la disputa del trono de Portugal al ejército -muy menguado- de Juan I de Avis. A pesar de la inferioridad, Juan I de Avis ganó la batalla y prometió construir una iglesia, también a la Virgen María.
 
En Batalha, pequeña población cuyo nombre recuerda este heroico episodio de la historia portuguesa, está el monasterio de Santa María de Batalha, una auténtica obra maestra del gótico manuelino portugués cuya construcción se inició en 1388 y no se acabó hasta 1530. El monasterio de Batalha es impresionante. Nada más abandonar la autopista, enseguida es visible. Situado sobre una llana extensión de terreno, sus dimensiones, su fachada y el estilo en que está construido, deslumbran a todos los visitantes. La fachada recuerda en cierta manera a la catedral inglesa de York, y no es casualidad ya que la reina Filipa de Lancaster, esposa de Juan I, era obviamente inglesa: ambos descansan en la Capilla del Fundador. La iglesia del monasterio le recordará a la de Santa Maria de Alcobaça. Con una planta de 80 metros de largo por 32 metros de ancho, su altura se eleva por encima de los 30 metros y es una de las iglesias más grandes del país, sólo superada por Santa María de Alcobaça. El claustro, con unas nada desdeñables dimensiones de 55 por 50 metros, es una exquisita muestra del gótico manuelino que impregna todo el monasterio de Santa Maria de Batalha. Si en Alcobaça hacia mención a la cocina como uno de los pasajes de su visita que más le podía gustar, en Batalha estoy seguro de que disfrutará viendo una estancia casi única. Me refiero a las Capelas Imperfeitas (en portugués), también conocidas como las Capillas Inacabadas en las que no hay techo, un hecho tan singular como excepcional que eleva el interés del turista por este monasterio.
 
La explicación a esta obra inacabada cuyo estado es respetado por las autoridades culturales portuguesas, se remonta a 1434 cuando Duarte I inició, en un extremo del monasterio, la construcción de un edificio octogonal que serviría de panteón. En 1438 Duarte I fallece y las obras se paralizan. Ni Alfonso V ni Juan II, ocupados en sus viajes de descubrimiento de nuevas tierras en ultramar y sin dinero para continuar las obras del panteón, postergarán in eternum la interrupción de los trabajos de construcción del mencionado panteón. 
 
Tómese una mañana o una tarde para hacer estas dos visitas. Se la recomiendo encarecidamente. Ambas construcciones son de gran interés histórico y arquitectónico. Ambos monasterios le encantarán. Estoy seguro. 
 
A Silvia Trigo, el “angelito de la guarda”

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN