Campillejos

Urbanismos pretéritos

Ahora que el calor aprieta en las amplias avenidas, plazas y calles del norte jaenés, pienso en la inteligencia de nuestros antepasados generando espacios...

Publicado: 25/07/2019 ·
19:07
· Actualizado: 25/07/2019 · 19:07
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Autor

Rafael Cámara

Rafael Cámara es presidente de la asociación Iuventa y comisario del programa de Viva Jaén 'Jaén Genuino'

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Campillejos es un blog que trata sobre la actualidad cultural y patrimonial de Jaén y su provincia

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Ahora que el calor aprieta en las amplias avenidas, plazas y calles del norte jaenés, pienso en la inteligencia de nuestros antepasados generando espacios urbanos y técnicas constructivas que protegían a los giennenses del calor y, a la par, formaban parte de los que hoy denominamos arquitectura y urbanismo sostenible. No me digan que no eran avanzados. De esa singular forma de entender el desarrollo urbano queda aún muestra en el urbanismo del Conjunto Histórico de Jaén.

 

Decía Alfredo Cazabán en 1918 que “… por mucho que en Jaén se edifique y por mucho que su urbanización se transforme, ha de tardar bastantes años en perder su carácter típico y su peculiar fisonomía donde el tiempo al pasar dejó las arrugas de los siglos...”. Lamentablemente iba descaminado el Sr. Cazabán dado que, entre otras cosas, la patente ineficacia de muchos de los que han tenido responsabilidades sobre la conservación del casco histórico, ha dado al traste con “las arrugas de los siglos” que, todavía, algunos papanatas se empecinan en borrar de los escasos rincones donde todavía se preservan.

 

Así venía yo pensando en los callejones de nuestra ciudad antigua, estrechos y quebrados, a veces ciegos (adarves), que tanto encanto debieron tener y que todavía, en algunos casos, podrían ser recuperables: “reliquias gloriosas de un Jaén lleno de misterios, de soledades, de silencios y de fe...”, que dijera Cazabán. Un urbanismo que bebe de las ciudades hispano-musulmanas y luego castellanas, en las que muchas veces las vecindades se agrupaban por oficios, credos, etc.

 

Los callejones sin salida muchas veces contaban con una puerta que se cerraba por las noches, como medida de protección. Otros formaban en su conjunto manzanas muy compactas con escasos accesos, susceptibles también de ser controlados por puertas.

 

El Callejón de la Virgen, donde hoy está el Museo de la Virgen de la Capilla.  El Callejón de San Andrés (“de indudables reminiscencias judaicas”, según M. López Pérez), antaño “de la Melgareja”. El Callejón de la Santa Cruz, antaño de Gregorio Murcia, peligrando ante la llegada de tremenda mole educativa. El Callejón de Elvín, de resonancias judeoconversas y que, a poco que se afanaran, recobraría parte de su embrujo. El Callejón de Fajardo, tan ligado a mi famlia, junto al Camarín de Jesús…

 

A algunos de estos callejones hoy los llamamos “calles”, pero no han dejado de tener su misteriosa esencia, recato y silencios de siempre.

 

Volviendo a Cazabán, dejó dicho que: “No llegará allí la demolición moderna. Diríase que los conserva su fuerza tradicional y que los innovadores sienten miedo de llegar a sus senos, por el sabio temor de que de ellos salga la condena de la historia...”. Pero lo que no sabía Don Alfredo es que algunos innovadores en Jaén no sienten miedo, ni otras cosas, con lo cual sólo acertó en su parte final, en aquello de lo de “la condena de la historia” porque, efectivamente, ahora sí, comienza a surgir esa condena colectiva contra tanto atentado urbanístico y arquitectónico y ante tanta escasez de sensatez. No obstante, todavía algunos, nos aferramos a la esperanza de que todavía sería posible corregir el rumbo desnortado en materia de patrimonio, al objeto de preservar y recuperar, al menos, lo que todavía nos queda. Hasta septiembre, feliz verano.

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