A tenor del supuesto desbloqueo de la documentación necesaria para la construcción de un Instituto de Enseñanza Secundaria en la zona de la Judería (Solar Apa III-San Andrés), se me venía a la memoria un suceso, escrito en un Campillejo en mayo de 2017. Invitado por el Área de Turismo de Diputación, tuve la oportunidad de ser uno de los acompañantes en su visita a Jaén capital de Yubal Baruch, de la Autoridad de Antigüedades de Israel, Daniel Shukron, de la compañía responsable de la reconstrucción de la Ciudad Vieja de Jerusalén e Isaac Chocrón, de la Comunidad Judía de Madrid. Cuando llegamos al edificio de la Universidad Popular, la sede Sabetay Djaen, la guía Eva de Dios les mostró la copia del posible puntero judío que allí se exhibe y, casi automáticamente, viendo las fotos que lo rodean, preguntaron por la bodega en la que se halló el mismo. ¡Qué vergüenza pasamos! ¿Cómo explicarles que los restos arqueológicos de aquella bodega, que se ubicaba justo bajo el puntero, ya no existían? ¿Cómo digerir, una vez más que, dicha bodega, catalogada en la Memoria Arqueológica como posible sinagoga secreta, no se hubiera, cuanto menos, conservado? Ahora, con la aparente inminente construcción del instituto en la Judería, volvemos a recordar la necesidad de un nuevo proyecto arquitectónico, que integre los restos arqueológicos del solar y los ponga en valor, que se adapte a las curvas de nivel del terreno y recupere la imagen tradicional de la zona, que respete sin edificaciones, o al menos de escaso impacto visual, los espacios de los Huertos de Dalías (Poli) y del Convento de Santa Clara… Del cómo sea el proyecto definitivo del Instituto y cómo se hagan las cosas, dependerá la recuperación del 50% de la Judería de Jaén o la pérdida de la misma. La responsabilidad que recae sobre los responsables del nuevo instituto no es cuestión baladí. No estamos dispuestos a un nuevo descalabro en nuestro conjunto histórico. Reclamamos sensatez. Es preciso un nuevo proyecto arquitectónico, sensible al entorno, participado con el movimiento asociativo, que ponga en valor y recupere la arqueología y el paisaje. Ese proyecto de instituto puede convertirse en el punto de inflexión que necesitamos, en la forma de hacer las cosas en nuestra ciudad histórica. Pero también se puede convertir en un: “más de lo mismo”. Confío y soy optimista en que estamos a tiempo de que sea lo primero: un punto de inflexión en positivo.
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