Personalmente considero que la descripción más bella que se ha hecho de los valores históricos de este cementerio es la que realizó D. Manuel López Pérez en sus “Cartas a Don Rafael”. Reproduzco unas líneas:
“… Aquí el panteón aséptico, racionalista casi del “sabio andaluz”, el Dr. Martínez Molina. Allí la tumba nívea del torero. Al otro lado, el panteón señorial del noble provinciano que llenó casi un siglo: don Rodrigo de Aranda, conde Humanes. Delante, perdido entre la ringlera de nombres de una lápida familiar, el historiador Palma y Camacho. Enfrente, la tumba solitaria de Bernardo López, el del “Dos de Mayo”. Al final, casi a pique del olvido, la lápida meticulosa del poeta Moreno Castelló…; rebuscamos un poco y encontramos material más que abundante para hacer toda una antología del costumbrismo jaenés: La finura señoritil del panteón de “Manolito Ruíz”… La austera severidad de una lápida, bajo la que armonizan interminables misereres del Maestro don Cándido Milagro… La filial reverencia de la lápida, donde el pintor Nogué Massó perpetuó el rostro de sus padres…”
Desde que se escribió esto (1992) el mundo ha cambiado mucho pero Jaén y su Cementerio poco. Allá por el año 2000 IUVENTA ya estaba reclamando su rehabilitación y catalogación. En 2011 la Junta de Andalucía lo incluyó en el Conjunto Histórico de Jaén con frases como estas: “… sufre en la actualidad el crecimiento imparable de la construcción residencial, ejerciendo una presión urbanística que peligra su conservación… se hace necesario crear un polígono aislado del Conjunto Histórico que le conceda protección”.
Luego la Asociación Cultural PATMOS, con sus visitas guiadas, Oliversando y Círculo Ánimas, con un recital poético, el proyecto “Jaén Genuino”, del Viva Jaén, con una exposición fotográfica o el impresionante Inventario Fotográfico, con miles de imágenes, que elaboraron la Asociación Fotográfica Santo Reino y el Colectivo Fotográfico 18mm, verdadero documento histórico que dará que hablar en el futuro.
Pero todo esto, sinceramente, no sé para qué. Volviendo a la publicación de Manuel López Pérez, ya dijo en 1992:
“Por doquier mugre y cochambre. Lápidas ignominiosamente fracturadas. Ripios y cascotes en continua sucesión… hay más inmundicia que soledad, más ruina que olvido...”
Casi tres décadas después encontramos este bien patrimonial al borde del colapso. Mientras, los que han tenido y tienen en su mano el poder para hacer algo, se han mantenido y se mantienen impertérritos, con la cachaza característica de las figuras de escayola.
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