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Puri, un canto a la vida

Sol Cruz-Guzmán, arquitecta y diputada por el PP por Sevilla, nos habla de la sorpresiva tramitación de la nueva Ley de Eutanasia

Publicado: 17/09/2020 ·
22:56
· Actualizado: 17/09/2020 · 22:56
Autor

Sol Cruz-Guzmán

Arquitecta de profesión por la ETSA Sevilla. Diputada por Sevilla en el Congreso de los Diputados

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Desconcierto, ésa fue mi sensación cuando debatimos en el Congreso sobre una nueva Ley de Eutanasia coincidiendo con el Día Mundial para la Prevención del Suicido. Mientras que en toda España se desarrollaban acciones formativas para prevenir el suicidio, y en especial en aquellas profesiones de alto nivel de estrés como los Cuerpos de Seguridad del Estado, en el Hemiciclo se abría un debate que de ningún modo está entre las inquietudes de los ciudadanos. Llega esta Ley disfrazada de defensa de la libertad individual e imagen de progreso. Nada más alejado de la realidad.


Las cifras de las muertes por suicidio no nos deben dejar indiferentes, es la primera causa externa de defunción en nuestro país con más de 3.500 fallecidos al año. Son demasiados los amigos que se fueron sin que nos diéramos cuenta de la necesidad de ayuda. Para los que quedamos, siempre tendremos la duda de si una llamada o un mensaje de whasap hubieran podido cambiar el rumbo de su historia. Como Estado, es hora de desarrollar un plan, como lo hicimos con las víctimas de accidentes de tráfico o con el Pacto de Violencia de Género, que permita reducir los alarmantes datos del suicidio en nuestro país.


Pero centrándonos en esa necesidad artificiosa de legislar la eutanasia, sólo basta echar un ojo a nuestros vecinos europeos. En los países donde se ha implantado esta ley, los resultados son nefastos. No sólo somos muchos ciudadanos de a pie los que pensamos que el suicidio asistido es un error, el propio Tribunal de Derechos Humanos, la asociación Médica Mundial, el Consejo General del Colegio de Médicos de España, o las asociaciones de pacientes se manifiestan firmemente en contra de la eutanasia.


La muerte nunca debe ser bienvenida, y lo decimos ahora que se ha vuelto cotidiana en los telediarios, que contamos a las víctimas de la pandemia por centenares. Ni siquiera cuando el cuerpo sufre se la llama para que venga. Intentar confundir eutanasia con cuidados paliativos es perjudicial para la sociedad. En España tenemos mucho que avanzar con los cuidados paliativos, sólo el 40% de los pacientes que los precisan tienen acceso a ellos. Escuchaba en un programa de radio el testimonio de Esther, con una enfermedad incurable, llegó a pedir que pusieran fin a su sufrimiento. Hoy disfruta cada segundo de su nueva realidad. “Con los cuidados adecuados nadie quiere morir”, apostillaba en la entrevista.


Debe ser por eso, porque ha estado tan bien cuidada y rodeada de tanto cariño, que doña Puri, la antítesis de suegra - ni una mala cara, ni un sólo reproche en estos veinte años- ha estado con nosotros 87 años. La memoria se la robó hace muchos años el maldito Alzheimer, pero aún así, hemos disfrutado de sus recuerdos de niña y hemos podido conocer a otra Puri, que nos ha permitido verla bailando sevillanas en la Romería de Aguas Santas, cantando copla o recitando poesía. Durante ese tiempo, en el que vivía en una realidad paralela, quizás alguien pudo pensar que para estar así mejor era no estar. ¡Qué equivocados estaban! Hasta el ultimo día, cuando como decía su nieto, parecía que estaba flotando mientras se despedía lenta y dulcemente, su cara cambiaba de expresión cuando le dabas un beso. Tenía guardados quilates de cariño de tantas veces que nos dio aquellos sonoros besos, que de vez en cuando hacían que te pitara el oído toda la tarde. Una vida construida de pequeñas cosas, de lo cotidiano.


Puri fue una mujer generosa, con sus vecinos, con su familia, con sus amigos, hasta el punto de regalarnos a una enferma digna de admiración. No hay nadie que la conociera que no usara el adjetivo “buena” para definirla. Si algo me llevo de esa mirada azul infinito, es haber comprobado que nuestra vida es nuestra, pero también de quien nos rodea. Para su hijo, haber podido cuidarla tantos años no ha sido una carga sino un regalo. También es cierto que Puri se prestaba a todas las ocurrencias de Honorio, lo mismo la llevaba al Maestranza, a Tannhauser, a una caminata con los tacones de los que nunca se bajaba para ver las ruinas de Munigua, a un café en Groucho con todos nuestros amigos o a pasar el día en la romería de Valme en un carro. Yo sólo espero que ese ejemplo que ha repartido entre nuestros hijos y amigos sirva para alejarnos de la idea de que la Ley de la Eutanasia es una necesidad primordial, y que debemos centrarnos como sociedad en desarrollar una Ley de Cuidados Paliativos de primer orden, un innovador sistema de prestación social para los mayores que les haga, que nos haga, la vida feliz hasta la última hora. Como nos ha ensañado Puri con su canto a la vida.

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