Cámara Baja

Cuerno quemado

Sol Cruz-Guzmán, arquitecta y diputada nacional por el PP por Sevilla, nos habla de la tauromaquia y del papel que está jugando el Gobierno central

Publicado: 30/07/2020 ·
22:06
· Actualizado: 30/07/2020 · 22:07
Autor

Sol Cruz-Guzmán

Arquitecta de profesión por la ETSA Sevilla. Diputada por Sevilla en el Congreso de los Diputados

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Coloquialmente, tal y como nos indica la RAE, la expresión “oler a cuerno quemado” se utiliza cuando sospechamos que existen intenciones ocultas. Su verdadero origen procede de las hogueras de la Inquisición en las que ardían los libros y escritos que se tachaban de herejía, acompañados a veces de sus autores. Al quemar un cuerno, la queratina, con alto grado de azufre, desprende un olor bastante desagradable, de ahí la expresión que llega hasta nuestros días y que está afectando en la actualidad a los profesionales taurinos, por las sospechas que levanta la actitud sectaria e irresponsable de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Estos profesionales, artistas del segundo espectáculo de masas en nuestro país tras el fútbol, han cotizado como cualquier otro, ya sean músicos, actores, bailarines o trapecistas, con las mismas obligaciones, con la misma particularidad de ingresos intermitentes y diferentes empresas contratantes, pero, sin embargo, sin las mismas prestaciones por desempleo. La estacionalidad, y la coincidencia del inicio de la Temporada Taurina con el inicio de estado de alarma, ha llevado al sector a una penosa realidad, y al eslabón más débil de la cadena a una situación crítica. Sus últimos ingresos llegaron el pasado mes de octubre, quedando su actividad paralizada justo al principio de la temporada, y despertando tímidamente con la incertidumbre del futuro a corto y medio plazo. Un año que pasará en blanco, como para el resto de artistas.


Aunque en las conversaciones con el ministro de Cultura y en el posterior decreto de ayudas a la cultura -gracias a la presión de todo el sector con su #ApagonCultural- quedaba claro que estos artistas del espectáculo tendrían derecho a la prestación, lo cierto y verdad es que la titular del Ministerio de Trabajo las ido denegando, y a los que se la aprobaron, les están solicitando su devolución. La ministra Yolanda Díaz nos explicó entre risas casi al principio de la pandemia que los ERTES -que, por cierto, aún no han cobrado miles de trabajadores- no son parados. Quizás después de la EPA de esta semana, con la destrucción de un millón de puestos de trabajo, se le haya congelado la sonrisa. Pues bien, señora Díaz, le voy a intentar explicar desde la humildad de mi posición, pero desde el conocimiento cercano del drama que están viviendo cientos de familias del mundo del toro, lo injusto de su decisión. Su discriminación, se lo voy a explicar despacio, ataca al Estado de Derecho y a la libertad que durante tantos años hemos respetado. Su aleatoriedad hace tambalear los principios de equidad y transparencia, y su falta de coordinación y entendimiento con el ministro de Cultura nos crea una desagradable sensación… Que sí, que todo esto huele a cuerno quemado, porque este Gobierno se va también hoy de vacaciones, pero sin los deberes hechos y mucha gente desesperada.


Por Ley, el deber del Gobierno es proteger y defender la Tauromaquia, (Ley 18/2013) y esa defensa incluye, antes que nada, a los verdaderos protagonistas, que son las piezas más desprotegidas, sus profesionales. No hace falta que le diga el impacto económico que supone la Tauromaquia en nuestro país, quizás debería consultar con la ministra de Hacienda sus decisiones políticas porque el año pasado supuso más de 84 millones directos de IVA a las arcas del Estado. Imagínese de forma indirecta… No voy a contarle lo que supone para la España vaciada, para el mantenimiento de un ecosistema único en el mundo de la dehesa, que constituye el medio de vida de miles de españoles. El “ecologismo urbano” que tantos practican sin haber pisado nunca el campo está hecho de falsos estereotipos y del desconocimiento absoluto de la realidad. Todo ese montaje de falso ecologismo se cae por su propio peso cuando se acercan a ver el mimo de los ganaderos y cómo conservan la riqueza genética de su ganado.


No, no le voy a hablar de la historia que encierra la Tauromaquia desde el siglo XI hasta nuestros días, ni del Patrimonio que supone ese rosario de grandes ejemplos de plazas redondas y cuadradas, desde la más antigua de Béjar a la más grande de las Ventas. No le voy a contar cómo ha inspirado a poetas como García Lorca, a músicos como Bizet, a periodistas como Chaves Nogales, enamorado de la tauromaquia desde niño gracias a los dibujos e ilustraciones de su abuelo, o de cómo ha influenciado a diseñadores como Galliano, Valentino, Dior o Versace. No le voy a recordar como grandes iconos de la música como Madonna buscaron en el toreo su inspiración. La Tauromaquia, le guste o no, -más bien no- es referente de la marca España, y ha traspasado fronteras desde América hasta Asia, y es cultura respetada por nuestros vecinos de Francia y Portugal. Pero esto, ahora, esta urgencia ya no persigue seguir aportando razones a la importancia de la Tauromaquia, por mucho que algunos en la izquierda y muchos en la extrema izquierda sigan empeñados en cuestionar si la Tauromaquia es Cultura… No, no es eso, ahora hablamos de personas, con derechos y necesidades. De Francisco, de Carlos, de Daniel… y de tantos otros que no tienen una salida para mantenerse a flote hasta que vuelva la normalidad. Actúe señora ministra de Trabajo, actúe señor ministro de Cultura, que el slogan de este Gobierno, tantas veces repetido, de que en esta crisis “nadie se va a quedar atrás” hace tiempo que huele a cuerno quemado.

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