Jerez

Una acogida que hace familia de por vida

El Servicio de Apoyo al Acogimiento Familiar impulsa una campaña para incentivar a las familias a que abran sus hogares a menores desamparados.

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Andaluc�a Informaci�nPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
  • Los técnicos del programa de Servicio de Apoyo de al Acogimiento de Accam. -

Les pidieron en el colegio que escogiesen a alguien de su familia como si fuese un héroe y explicasen qué superpoder tenía. Ella me escogió a mí, asegurando que mi poder era el de hacer feliz a la gente. Me eché a llorar. Es indescriptible lo que te llena”,  narra Pilar Pérez Monguió, una de esas personas valientes que en su día abrieron las puertas de su casa de par en par para acoger a menores en situación de desprotección de forma temporal, y desde entonces nunca más las ha vuelto a cerrar. “Yo empecé simplemente porque me prejubilé, me gustaba el proyecto y entonces comenzaba a tener tiempo para ayudar a los demás. Pensé que por mi edad y por ser monoparental no daría el perfil, pero fui a la entrevista, hice el examen psicológico y el curso de formación y dijeron que sí. De eso hace ya más de once años, y desde entonces he acogido a diez niños”. 

La casa de Pilar es uno de los 65 hogares de familias ajenas inscritos en el programa de Servicio de Apoyo al Acogimiento (SAAF), de la Consejería de Igualdad de la Junta de Andalucía, y que gestiona Accam en la provincia de Cádiz. Adultos que no tienen ningún vínculo  con los menores que se encuentran desamparados, pero dispuestos a ofrecerles un ambiente familiar como alternativa a su estancia en un centro de protección.

“No buscamos a la familia perfecta, porque no existe”, explica la coordinadora del programa, Pilar Ramírez, quien asegura que lo importante es encontrar una familia que sea generosa. Una de las actuaciones en las que ahora está centrada Accam es  en diseñar estrategias para aumentar la bolsa de esos posibles hogares en la provincia: “Hay 65 familias ajenas de acogida y 165 hogares de familia extensa, que son aquellas personas que tienen un vínculo familiar con el menor, pero harían falta muchas más, ya que tenemos 270 menores en el centro”.

En cuanto a la motivación por acoger a un menor de forma temporal, Pilar Ramírez incide en que esta no debe ser de adopción, porque “son procesos distintos, y hay que tener en cuenta que ellos van a tener que seguir manteniendo el contacto con la familia de origen, a la que ante todo hay que respetar y no juzgar”.  En este sentido, Pilar Pérez Monguió cuenta que desde el primer momento ella habla con los menores y les explica que con ella no se pueden quedar para siempre. “Todos se querrían quedar, pero luego ellos lo entienden. A mí la mayor lección me la dio una niña de cinco años el día que se tenía que ir. Me estaba cantando y le dije que no cantara, argumentó que me estaba entreteniendo para que no me pusiera triste, que ella se quería ir con sus papis pero que quería que yo me fuese con ellos. Los críos llegan un momento que van pidiendo su estabilidad, su casa definitiva”.

Quien prueba, repite. Como el caso de Pilar, que ya ha perdido la cuenta de todas las graduaciones a las que le han invitado. “Este año si mal no recuerdo tuve una de la ESO y dos de Primaria, a todos los he vuelto a ver una vez que se han ido porque se crean vínculos muy bonitos y fuertes. Cuando están en casa son uno más de mis nietos, son mi familia”.

No todo es un camino de rosas, pero como en todas las familias, el apoyo, cariño y empatía es lo que acaba curando, “todos los niños de protección vienen dañados, incluso el que viene más sonriente, por eso hay que darles su tiempo, que se vayan adaptando y hacerles ver que pueden confiar en ti”.

Una historia distinta, pero ejemplo de que los lazos familiares no siempre han de ir unidos a la sangre, es la familia formada por Ruth Grilo, Paco Escobar y sus dos hijas menores. Ellos son familia de acogida permanente, aunque prefieren huir de etiquetas. “Siempre tuve el pensamiento de acoger. Muchas veces se piensa que adoptas como alternativa porque no puedes tener hijos biológicos y eso no es así, nosotros sí que podíamos y decidimos acoger, íbamos para uno temporal y decidimos uno permanente”, explica Ruth, quien anima a las familias con hijos biológicos a que también acojan. “Cuando acoges a un niño tienes que tener muy claro que no es para cubrir tus necesidades, es para darles un apoyo afectivo a ellos. El objetivo fundamental es que tengan una atención individualizada”, comenta Paco.  Buenas estudiantes y obedientes, así son las hijas de Paco y Ruth, de 13 y 15 años, “con los mismos problemas que cualquier adolescente, los mismos que te puede dar un hijo biológico”. Paco asegura que “no hace falta que te llamen papá para sentirte como tal, al final lo que prima es ese amor incondicional”, amor que no falta en la familia de Ruth y Paco en la que las niñas están perfectamente integradas, “sus primos las adoran, les encanta estar juntos”. Familias en las que la generosidad crea vínculos indestructibles.

Diferentes formas de compartir con ellos tu hogar, de la acogida temporal a la permanente

La familia de acogida como alternativa a la estancia de los menores en el centro de protección se alza como la mejor opción. La coordinadora del programa, Pilar Ramírez, explica los diferentes tipos de acogida que existen para compartir el hogar de forma temporal o indefinida. El primero sería el acogimiento urgente, suelen ser menores que se encuentran en familias que por determinadas situaciones deben ser retirados inmediatamente  y el programa ha de dar respuesta en el menor tiempo posible. Las temporales están orientadas a ayudar momentáneamente a menores mientras se trabaja con la familia de origen y hasta que el diagnóstico sea positivo se quedan con la familia de acogida.  En las permanentes ya no hay opción de recuperabilidad de la familia de origen, y se busca entonces que se puedan incorporar al seno de la familia extensa o una ajena, sin vinculación familiar, en la que vaya a ser un miembro más de la familia, pero siempre respetando a la familia de origen.

Para ser familia de acogida hace falta pasar un proceso de formación, un estudio psicosocial y, una vez declarada idóneas y se les haya adjudicado a un menor, ambas partes mantendrán un seguimiento por parte de los técnicos de acogimiento.

La Junta apoya económicamente a las familias de acogida con una remuneración que les permite poder hacer frente la estancia del menor como uno más.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN