Una feminista en la cocina

Te sientas

No siempre has escrito frente al ordenador, también lo has hecho tecleando una Olivetti y antes de eso, de cabeza y sin papel,  que cuando naces rarito lo eres

Publicado: 04/10/2019 ·
10:06
· Actualizado: 05/10/2019 · 13:54
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Cuando te sientas a escribir siempre hay alguien a tu espalda. No les hablo de los relatos de terror que –de noche y a oscuras para no desvelar nadie- barruntas como puedes, sintiendo que a tu alrededor van cobrando vida los personajes. Les hablo más bien de la normalidad que es sentarte a pertrechar una columna de prensa con total alevosía y sin ninguna nocturnidad. Te sientas porque te has comprometido a hacerlo y -la mayor parte de las veces - no porque tengas ganas, sino porque es lo que tú eres, seguramente desde que tomabas amniótico en el útero de tu progenitora.                   

Ana Isabel Espinosa

No siempre has escrito frente al ordenador, también lo has hecho tecleando una Olivetti y antes de eso, de cabeza y sin papel,  que cuando naces rarito lo eres desde y para siempre. Ahora nos decantamos por lo que los ojos ven y las entretelas disparatan con menos fuerzas que ánimos, y menos propósitos que enmiendas. Lo que sí les digo es que siempre detrás de mí sillón hay varias sillas, como mínimo una según lo que escribas. Ya saben que la Política no la toco porque me aburre , pero por ejemplo en el de “la dama de Cádiz” se me aposentó justo detrás de la clavícula derecha Felipe Benítez Reyes con su prosa segura y tan brillante que solo tenía ganas de  escaparme,  fustigándome por no escribir lo bien que lo hace él.  Pero eso pasa mucho, porque hay gente que te inspira o expira. En mi caso- y con relatos que no tienen nada que ver con lo que él escribe- con Vázquez Figueroa, al que nunca o casi nunca he terminado de leer porque me transporta a paisajes y personajes de tal nitidez que tengo que dejar lo que estoy haciendo para darles vida. Algunas veces se sienta mi padre y carraspea(sin que esté), otras mi madre y dice esa frase tan suya de “ en dos segundos lo hace” como si la escritura fuera servilleta de papel que llevarte a la boca, cuando ya saben que lleva años enferma de Alzheimer y desgraciadamente ya no habla. Ahora cuando escribo está todo en el más absoluto de los silencios, pero ya les digo que puedo hacerlo hasta con la casa ardiendo y los bomberos despelotándose dentro. Porque ha habido niños que me han cortado la luz con sus manecitas inocentes, eliminando lo que estaba casi terminado; Épocas de furia y descontrol en las que los que estaban detrás sentados era asesinos implacables hablándome al oído, pero lo que siempre he tenido, ha sido un sitio reservado a las madres y padres de hijos que murieron por errores médicos, por violencia o a los que apalearon en el colegio. Me gustan las voces de los inocentes, de los que sufren y de los ausentes, qué le vamos a hacer. Supongo que por eso siempre les invito a que se sienten. Hoy estoy sola- completamente- porque ya no está con quien compartía vida y despacho. Ese sí que estaba siempre, callado y sentadito,  embelesado y  admirando lo que él decía no poder hacer, dándome ánimos para que no lo dejara. Éstos son los que te inspiran, pero se  me olvidaban  los que te expiran,  los cortarrollos, los mal pensados y los aguafiestas que nos dinamitan la vena narrativa a la menor ocasión, llevándonos a la sinrazón más desesperada de creernos fracasados o inútiles , porque no somos nada si no escribimos. Lo mismo es que solo somos personajes que nos hemos escrito  a nosotros mismos para sobrevivir en esta ninguneidad que es la vida. Nos hemos inventado y ahora nos pesa, nos asaltan las dudas,  nos carcome la realidad que es un folio (virtual) en blanco que hay que rellenar con la misma disposición y rutina que el bocadillo de salchichón del instituto de los niños. Pero el folio pesa y no sabemos cómo lo vamos a escalar, ni en qué cumbre se nos irá la olla, cuándo tiraremos la toalla y nos ahogaremos en el infierno que es no poder abrir boca y decir lo que piensas, lo que sientes y lo que te duelen lo ovarios de que apaleen, maten y violen a inocentes. Porque la escritura puede ser tortura y llanto, pero también absoluto placer y consuelo. Las dos caras del ying y yang que Jesús Ferrero escribió tan bien para deleite nuestro.

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