Todavía las olas de la campaña van y vienen. Suben y bajan las mareas. Fluyen y refluyen. Las elecciones del domingo 26 quieren ser presentadas como revancha o segunda vuelta. Nada es así. ¿Son elecciones diferentes? Evidentemente. Lo que sucede es que quedaron muchos jirones pendientes en el bando de las derechas. Todavía sigue diciendo Albert Rivera que es jefe de la oposición. Sí. De la República de su casa. En el Congreso de los Diputados y en el protocolo del Estado lo es Pablo Casado, por la nada estrambótica razón de que tiene más escaños. Pero la pelea sigue en las autonómicas. Una campaña de berrinches en la que aunque la realidad cambie, se tiene la seguridad de que no cambiarán los discursos. Ha quedado claro que Josu Ternera ha sido capturado y que los independentistas catalanes han vetado a Iceta. Pero el discurso sigue siendo el mismo: el “sanchismo” es traidor y al PSOE –por lo visto- lo representan ellos.
Hubo unas elecciones generales que frenaron en seco el intento de los reunidos en Colón para repetir lo de Andalucía, despistando y haciendo un pacto de “yo contigo pero no con él, y tú con él y conmigo”, es decir, Ciudadanos con PP y PP con Ciudadanos y Vox. Un juego de trileros y troleros que no coló en las elecciones generales. ¿Quién puede creer que el nuevo gobierno andaluz está ahí y que los cargos obtenidos por Ciudadanos son un regalo sin cargas ni gabelas? ¿Y las medidas políticas y de recortes presupuestarios, de personal y del conjunto de la administración –que vendrán sin duda alguna- no tienen nada que ver con Vox?
Hoy se constituyen las nuevas Cortes Generales –Congreso de los Diputados y Senado- y por mucho rifirrafe, ruido y presos en escaños el resultado final es más positivo que el anterior. El reparto es más equilibrado. Tres para el PSOE, y dos para PP, Ciudadanos y Podemos. En el Senado – a pesar de la mayoría absoluta del PSOE- tres para el PSOE, tres para el PP y uno para el PNV. Las mesas dirigirán la vida parlamentaria sin contar con los nacionalistas catalanes, pero con una fuerte presencia de dos catalanes en las presidencias de ambas cámaras. Es la mejor explicitación hacia el interior de España y de Cataluña y – sobre todo al mundo internacional- de que Cataluña es mucho más que los independentistas.
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