Una feminista en la cocina

Vamos a estar solos

La actualidad es trágica, tanto como la soledad, el ostracismo y la mayor edad

Publicado: 28/11/2018 ·
08:39
· Actualizado: 02/12/2018 · 14:42
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Ancianos

Una anciana fue asesinada en la Rinconada. Tenía gloriosos 90 años que la imposibilitaban para cuidarse sola por lo que su familia contrataba personal para ello. Ahora se juzga en la Audiencia Provincial cómo ocurrieron los hechos y quién mató a la anciana a la que sofocaron con un trapo impregnado de amoníaco. No fue la muerte agradable que desearíamos todos para nosotros mismos, porque encontraron los pulmones y las vías aéreas con múltiples edemas. Nuestras barbas están creciendo de una forma incontrolada, mientras nuestros padres entran en la senilidad más agria. No sabemos cuándo nos las pondrán a pelar, pero ya vemos la espuma de afeitar moldeándose en el tiempo cuando viene borrasca y nos duelen las articulaciones. Las residencias para ancianos son costosas y no dan los servicios que necesitaremos los que en el futuro seremos- quizás- desposeídos de toda humanidad razonable. La actualidad es trágica, tanto como la soledad, el ostracismo y la mayor edad que deparan los beneficios económicos, la sanidad pública y los cuidados sociales. Pero estamos en bancarrota en empatía, respeto y educación.

Qué podremos esperar de estas generaciones que mueren en juegos de rol, tan banales que enganchan las retinas y envalentonan para no estudiar sino tumbarse a la bartola. Qué será de nosotros “paganinis” de por vida, asaltadores de neveras nocturnas para evitar la frustración y el miedo, con hijos en casa hasta más allá de los 40. Las residencias no son bicoca que quitarte la inseguridad que genera que te metan un trapo impregnado en amoníaco porque nadie vela por ti más que tus ahorros en la libreta del banco. Seremos blanco fácil para los sacaperras, los desalmados y los ingenieros del engaño, con sillón y pandereta. Como ella, aspirando amoniaco hasta quebrase bronquios y pulmones. Con la boca y la nariz tapada, llorando sin que a nadie le importara. La ancianidad pesa, mientras las arrugas apestan porque hemos conformado un mundo donde Gandalf es un viejo loco subido al caballo que solo da malos augurios. Las operaciones cuestan un riñón y a veces la vida, porque queremos ser eternamente jóvenes como preludio a un paraíso en la Tierra. La bondad, la generosidad, el respeto o el saber valen tan poco que se deterioran en el armario donde antes se apolillaban las medallas y los libros de catecismo. Hemos pasado de admirar tanto a los mayores -que los engrandecíamos por encima de la novedad, el progreso y las ideas renovadoras- a abandonarlos como lastres que no soportan nuestra vida actual, llena de horarios imposibles para los más pequeños y con obligaciones que nos hacen perdernos en un laberinto que no nos conduce más que al sillón de una residencia,  cuando ya no engrasemos la máquina infinita que es el consumismo integral. Son los ancianos actuales el refugio de los trabajadores- de mediana edad- con responsabilidades familiares por lo mucho que contribuyen, ya no solo a la economía de los suyos sino al cuerpo de casa que consiste en proveer a los más pequeños de las socorridas clases de extraescolares que los sitúan en la cúspide social del futuro. O al menos eso creemos, porque todo se basa en creencias. Cuando inviertes en un plan de pensiones, lo haces creyendo que vas a sobrevivir a la hecatombe de las múltiples C que hay hoy día. Que estarás en tus cabales y que serás capaz de pensar con suficiente claridad como para que no tengas que necesitar asistencia domiciliaria -pagada- que te meta un trapo mojado en amoníaco en la boca para robarte la miseria que te queda, después de haberte pasado media vida ahorrando, aguantando gente y peleando, por llegar a esos glorioso 90 que pensaste que serían la hostia de buenos.

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