La Taberna de los Sabios

Pelayo Quintero, la increíble historia de una obsesión

A veces, lo increíble sucede. Quizás durmamos sobre el objeto de nuestros ensueños y se nos vaya la vida sin descubrirlo

Publicado: 20/11/2018 ·
22:04
· Actualizado: 20/11/2018 · 22:04
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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A veces, lo imposible se hace realidad, sin que la razón alcance a explicar lo inexplicable. Ysi no se lo cree, ahí está la increíble historia de Pelayo Quintero para demostrarlo. Pelayo Quintero fue el director del Museo de Cádiz durante el primer tercio del siglo XX. Nació en Uclés, Cuenca, en 1867, y, pronto, su tío Román le aficionó a la arqueología y a las ruinas de un pasado remoto que no alcanzaban a comprender. Brillante en los estudios, cursó Derecho y Bellas Artes con excelentes calificaciones. En 1887, el sorprendente hallazgo del sarcófago masculino en Cádiz marcaría para siempre su vida. Estudiante todavía, una intuición estremecedora se convertiría en su obsesión. Si existía el masculino, pensó, el sarcófago femenino todavía tendría que estar bajo tierra. Y él sería quien lo descubriera.

Un vértigo excitado le llevó, entre excavación y excavación, a cursar también la carrera de Archivero Anticuario Bibliotecario, germen de lo que más tarde conformaría el título de Historia. Enamorado de la arqueología del sur, quiso desarrollar su carrera profesional en Andalucía. En 1904 se asienta en Cádiz, tras pasar por Granada y Sevilla, para convertirse en el director del Museo Provincial de Bellas Artes.

Desarrolló una intensa actividad arqueológica y cultural. Excavó varios yacimientos en la ciudad en los que siempre esperaba descubrir al fin el sarcófago fenicio femenino que le obsesionara desde su juventud. En 1912 dirigió las excavaciones de la necrópolis fenicia de Punta de la Vaca, donde en 1887 había aparecido el sarcófago masculino, pero, también ahí, su búsqueda resultó infructuosa. ¿Dónde podía ocultarse el sarcófago de sus sueños?

Conoció a Schulten, el arqueólogo alemán que buscaba Tartessos en Doñana y al que muchos tomaban por loco. Consiguió un gran reconocimiento profesional y social, pero, en su interior, un fracaso le amargaba. No fue capaz de localizar el sarcófago femenino que sabía enterrado bajo la ciudad.

Pelayo Quintero se hizo construir la casa donde habitaría muchos años y desde la que soñaría, una y otra vez, con encontrar al objeto de su deseo, el esquivo sarcófago femenino. Al gusto teosófico, incorporó signos iniciáticos y esotéricos en la decoración de su hogar, que fue bien conocido por todos los gaditanos de la época.

 En 1939, tras finalizar la Guerra Civil, se le trasladaría a Tetuán. Tenía setenta y dos años cumplidos y aún atesoraba energía como para dirigir las excavaciones de Tamuda y para poner en marcha su museo arqueológico. Allí murió en 1946, sin lograr satisfacer su obsesión, encontrar el sarcófago fenicio femenino. Alguien, desde entonces, deposita flores rojas sobre su tumba blanca.

Pelayo Quintero habría pasado a la historia simplemente como un gran arqueólogo, sino hubiese sido porque el caprichoso ¿azar? le guardaba otro destino. En septiembre de 1980, cuando se comenzaba a excavar sobre un solar de la calle Ruiz de Alda, en Cádiz, la máquina golpeó algo duro. Los operarios descubrieron entonces algo parecido a una gran losa de mármol, que había dejado un hueco abierto por el que extrajeron unos huesos. Decidieron entonces, con acierto y prudencia, parar la obra y comunicar el descubrimiento a Ramón Corzo, por aquel entonces director del Museo de Cádiz. Y pronto saltó la gran sorpresa. Se trataba de un bellísimo sarcófago fenicio femenino, con las mismas dimensiones y características del masculino que se hubiera encontrado un siglo antes, tal y como Pelayo Quintero lo hubiera predicho. El descubrimiento, en sí, ya fue increíble, pero más increíble resultó aún comprobar que, sobre ese solar, había estado edificada ¡la casa de Pelayo Quintero!

El insigne arqueólogo había buscado obsesivamente a la dama fenicia sin llegar nunca a sospechar que dormía sobre ella. ¿O sí lo supo? ¿Acaso encontró el sarcófago en algún otro lugar y lo hizo trasladar con sigilo? ¿Lo localizó allí y edificó la casa encima? Eso, nunca ya lo sabremos.

Y es que, a veces, lo increíble sucede. Quizás durmamos sobre el objeto de nuestros ensueños y se nos vaya la vida sin descubrirlo. Que así de caprichoso es el destino que se empeña en juguetear con nuestras azarosas existencias.

 

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