A medida que pasan los días empiezan a verse los perfiles de los candidatos a presidentes del PP. Durante la primera fase de la campaña –la de petición de voto para captar el voto de los afiliados, menos de los previstos sin duda alguna- la ausencia de debate de ideas ha sido notable. Cospedal se presentó como la esencia del PP y fue la derrotada, al ser vista como la representante del aparato, siempre denostado por la base de los partidos.
Soraya, quiso desmarcarse de esa rémora y pareciera que ha ido por libre toda su vida y como recién llegada a la política. Ha sido la mano derecha de Rajoy. Casado, la sorpresa electoral, ha explotado su juventud como fuente de regeneración del partido y, desde su posición inicial de fuera de juego, le ha faltado poco para ganar.
¿Por qué no se presentó el presidente de Galicia, Nuñez Feijoo?
Hay muchos rumores de dossiers ocultos y dispuestos a salir a la luz –como le sucedió a Cristina Cifuentes- y en ese orden se apunta –con o sin base- a la que ha regido el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) hasta el cambio de gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Feijoo era el candidato natural, el más presidenciable, el preferido por Rajoy y quizá su ausencia es lo que ha contribuido a la espantada de Rajoy, único conocedor de que no iba a presentarse.
La ausencia de Feijoo ha provocado el surgimiento del ramillete de candidatos. Cuatro han quedado descartados y sólo dos –Soraya y Casado- jugarán la final. Casado se niega a pactar el resultado previamente al congreso popular. Como la ganadora en votos fue Soraya le correspondería a ella la presidencia y estaría dispuesta a ofrecer la secretaría general a Casado. Casado es osado. No le afecta ni el plomo en las alas que le causa el asunto de su dudosa licenciatura y los masters y da la impresión –cierta o no- de que se ve ganador, pero hasta el rabo… todo es toro.
El debate que ha pedido Pablo Casado es el síntoma de su impulso. La aceptación a regañadientes por Soraya indica su debilidad. Su argumento principal de que se deje gobernar a la lista más votada entronca con la filosofía del PP pero choca con la normativa de una segunda vuelta con el voto de los compromisarios.
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