Mientras los tiempos pasan y el viento de la historia y de las tecnologías nos arrasa, el libro sigue ahí, humilde en cuerpo, pero sólido y poderoso en espíritu, iluminando con su saber los titubeantes pasos de una humanidad desconcertada. Por eso, es bueno que, al menos una vez al año, rindamos homenaje a ese libro que goza de relativa buena salud, a pesar de que muchos lo hubieran dado por muerto. Los muertos que vos matáis gozan de buena salud, que dijeran con sorna Corneille y Zorrilla, pues entre ellos anda el invento. Pues eso. Para asombro de algunos, el libro sigue, afortunadamente, vivito y coleando entre nosotros.
Intentaron enfrentar en duelo a muerte al libro electrónico con el del papel. Al igual que nosotros, los Homo Sapiens Sapiens, extinguiéramos al Neandertal y de igual manera que el CD, primero, y la música digital después, desterraran al vinilo al páramo de la nostalgia, nos repitieron aquello de que el e-book acabaría con el libro tradicional. Se equivocaron por completo. El libro papel convive, lozano y rejuvenecido, con su hermano digital, contenidos idénticos con ropaje y mensajero diferente.
Este lunes pasado se celebró el Día del Libro, con mayor afluencia a librerías que en años anteriores. Existen calendarios en los que la historia se condensa, como ocurriera el 23 de abril de 1616 en el que fallecieron simultáneamente, nada más ni nada menos, que Cervantes y Shakespeare, dos genios indudables de la literatura universal. En 1926, tras una iniciativa del Gremio del Libro de Barcelona, Alfonso XIII instauró el 23 de abril como Día del Libro, celebración que se elevaría por la UNESCO en 1995 a Día Internacional del libro. En esto, al menos, inventamos nosotros, que bien está reconocerlo por aquello de la maltrecha autoestima.
Las librerías españolas se engalanaron en función de sus gustos y posibilidades, aunque fue en Barcelona, con su luminosos San Jordi, donde la fiesta se sublimó con el hermoso regalo cruzado del libro y de la flor. Las calles de Barcelona lucieron este pasado lunes con el brillo, alegría y bullicio acostumbrado con sus casetas de venta y con sus autores y famosos firmando ante las colas de suslectores, adoradores o compradores que, a nuestros efectos, lo mismo da que da lo mismo.
Pero las ferias del libro – que en este momento se celebran en Córdoba y Granada – también son sensibles al signo de los tiempos y en ellas podemos advertir como convive el universo digital con el de la celulosa. Las largas colas rinden ahora homenaje y tributo a los nuevos ídolos del momento, a los astros de internet. Youtubers, Blogueros, Influencers y demás fenómenos jóvenes de la red, con sus millones de seguidores digitales, atraen a las masas adolescentes, que buscan ahora sus libros, como antes clicaran sus páginas y portales. Y resulta curioso el espectáculo: los digitales, desde el cósmico universo de los internautas, saltan al viejo papel, al humilde libro de toda la vida. Los jóvenes desean revalidar en celulosa su previo éxitoen pantalla. Y miles de adolescentes – nativos digitales todos ellos – soportan pacientes largas colas con sus libros en las manos para obtener la dedicatoria de su ídolo. Parecen estrellas del rock, con su séquito de fans enloquecidos. ¿Por qué una generación digital, que habita el universo internet y que se relaciona a través de las redes sociales, utiliza el viejo formato papel? ¿No decían que el libro había muerto ante el impulso imparable de lo digital? La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, que entonara la canción sabrosa. El ebook llega, bienvenido sea, pero el viejo libro de papel se queda, también, entre nosotros. Que bonito día el del 23 de abril…
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