El jardín de Bomarzo

Por un puñado de votos

Andalucía es una comunidad que para gobernarla antes hay que conocerla muy bien y, claro, que ella te conozca a ti y te identifique como andaluz de pura cepa

  • El jardín de Bomarzo. -

La semana previa a las elecciones autonómicas celebradas el 25 de marzo de 2012, hace de esto casi seis años y medido por un ficticio cronómetro político resulta toda una eternidad, la caravana que conducía al PP-A hacia, creía entonces, San Telmo volaba bajo el slogan El cambio andaluz propuesto por un Javier Arenas que antes había perdido las mismas elecciones en tres ocasiones -1994, 1996 y 2008-. En esta ocasión las encuestas le anunciaban otra cosa, de hecho las municipales y generales del 2011 habían colocado al PP muy por encima en casi toda Andalucía. Chaves, además, le había dejado la Junta a Griñán y éste era un púgil con menos pegada, todo ello en pleno apogeo del escándalo de esos mismos EREs fraudulentos que aún hoy colean por entre los pasillos de una justicia a la que quizás habría que pedirle cuentas por tanto destrozo -la cuestión sería cómo-.

Tal era el convencimiento de que esta vez el PP lograría destronar a un PSOE invicto durante más de treinta años en el gobierno andaluz que Arenas, con su cómplice de batallas Sanz, su fiel Antonio, tenía casi determinado el gobierno saliente y por ello en el equipo azul la convulsión interna era mayor ante tanta plaza de confianza que quedaría vacante por cubrir en la Junta. Tal era el convencimiento sobre que alcanzarían la mayoría absoluta que el equipo de expertos en comunicación aconsejó a Arenas no batirse en duelo público con Griñán en debates en Canal Sur, que se quedara al margen, dejara que la marea azul por inercia arrasara la playa. Pero la ola se quedó corta.

Las caras de Sanz, Montoro, Báñez, Zoido, Teófila y el propio Arenas en el balcón la noche del 25 de marzo reflejaban lo que todo el mundo ya sabía y era que al PP, otra vez, le había faltado un puñado de votos porque los 50 escaños conseguidos no eran suficientes para frenar el pacto posterior de PSOE, que con solo tres menos había resistido, con IU, elevado a los doce y que con una vicepresidencia y tres consejerías sellaría la defunción de Arenas en Andalucía. Un puñado de votos determinaron que Griñán fuese presidente, se marchase dos años después para dejar la Junta en manos de Susana Díaz, que deslumbrada por la imagen pétrea del mármol de San Telmo vio en él reflejada su carrera meteórica nacional con consecuencias ya conocidas. Un puñado de votos determinaron que el cambio andaluz fuera llevarse a Arenas a Madrid y entregar el PP a Zoido, entonces alcalde de Sevilla, que favorecido por Cospedal quiso más tarde dejarlo en manos de José Luis Sanz o Nieto pero tuvo que ceder ante Rajoy y Soraya para elevar la figura de Juan Manuel Moreno Bonilla, malagueño, desconocido hasta entonces en estas lides y que hoy genera tantas dudas como las que generó tras su nombramiento. Un puñado de votos lo cambian todo, lo sabe bien un Bonilla que afronta el difícil reto que no logró Arenas y lo hace ante un PSOE andaluz debilitado tras la confrontación de Díaz contra Sánchez y que, en función de los datos internos que maneje, bien podría adelantar autonómicas para finales del próximo año alegando dificultad presupuestaria en su acuerdo con Ciudadanos pero buscando con ello alejarse de otros comicios como son las municipales y europeas previstas para el primer semestre de 2019 -al PSOE-A no le favorece a día de hoy juntar elecciones autonómicas y municipales-. Es decir, podríamos estar a poco más de un año de autonómicas.

Andalucía es una comunidad que para gobernarla antes hay que conocerla muy bien y, claro está, que ella te conozca a ti y te identifique como andaluz de pura cepa, como lo es un racimo colgante de uva palomino al sol de agosto destinada a enjugarse en vino. Eso lo sabe muy bien el PSOE, que la ha dominado electoralmente elección tras elección; conoce, además, el valor del puñado de votos y sabe hacerse muy bien con los restos -IU entonces, PA antes, Ciudadanos hoy-. Este lunes pasado el líder del PP-A, Moreno Bonilla, anunciaba en comité interno su intención de realizar encuestas tanto de ámbito regional como en algunas por zonas concretas para detectar el estado actual de la sigla en intención de voto y niveles de valoración y conocimiento. Encuestas realizadas entre junio y septiembre -es decir, de ahora y publicadas por este medio- arrojan unos índices de conocimiento suyos entre bajos y muy bajos: en Cádiz le conocen el 52,7 por ciento, en Sevilla el 66,7, en Almería el 54,5 o en Málaga, que es su provincia de nacimiento, el 63,3, en algunos casos superado por Teresa Rodríguez o Antonio Maíllo y con unas valoraciones medias bajas que solo le hacen despuntar en Almería. Su valoración tampoco es buena -¿de qué político lo es?- Bajos niveles siendo el líder del partido mayoritario de la oposición.

A la señora Díaz, como gusta llamarla, en cambio la conocen hasta los pomos de las puertas, lógico por otra parte porque es la presidente de la Junta y de un partido llamado PSOE aposentado en sus cuarteles de invierno; sabe además manejar perfecta los tiempos de exposición, de hecho ahora está en modo de bajo consumo porque durante mucho tiempo ha estado en modo de alto consumo y quiere distanciarse del foco para no gastar del todo su tocada imagen ante el público elector y por ello ahora solo sale a escena por causa mayor. No necesita que la conozcan más, quizás y en todo caso le venga mejor lo contrario.

El PP tiene la idea de terminar de confeccionar sus listas a municipales antes de final de año y dejar capitales de provincia para principios del siguiente, donde ha de resolver situaciones dificultosas como Sevilla, a cuyo ayuntamiento aspira como cabeza de cartel el que fuera concejal con Zoido Beltrán Pérez y que hoy es portavoz del grupo municipal, Málaga, que todo hace indicar será terreno próximo para el actual presidente de Diputación Elías Bendodo en sustitución de Paco de la Torre -al que a sus 74 años quieren forzar a dimitir el próximo enero para que Bendodo sea alcalde ya y esté en el cargo un año antes de las elecciones, pero De la Torre dice que nones-, Huelva, donde buscan un nuevo Perico, o Cádiz, donde Teófila Martínez, a sus 69 primaveras, se perfila como candidata pese al temor que le origina una derrota ante Kichi que resultaría un manchurrón feo final en su larga trayectoria política. Córdoba para Jose Maria Bellido, Almería es para Fernández Pacheco y todo hace indicar que en Jaén seguirá de cabeza de cartel su actual alcalde, Javier Márquez; y en Jerez repetirá García Pelayo, a la que seguro no apetece mucho la idea por distintas cuestiones, algunas parecidas a las de Teo, pero no le queda otra que tirar hacia adelante para fortuna de un Saldaña que, así, mantiene intacta su trazada en iPad hoja de ruta.

¿Cuántas cosas de las expuestas serían de otro modo si aquél puñado de votos no le hubiese faltado a Arenas? ¿Cuántas? Para bien o para mal, muchas. Nunca lo sabremos. Eso me lleva por un lado a concluir en lo importante que resulta participar pese a lo cansino que resulta ante el hecho común de pensar que vale de poco, pero un puñado de votos tal vez hubiesen evitado el espectáculo infame que soportamos estos días en Cataluña si la gente hubiese votado mayor cordura parlamentaria. Pero por otro, quizás el destino esté escrito y por mucho que nos rebanemos el cerebro pensando en lo que fue o pudo haber sido, lo que es lo es porque en ningún caso podía ser de otro modo y el destino de Arenas no era ser presidente -cosa fácilmente compartible-. ¿Lo es el de Moreno Bonilla sumando con Ciudadanos tal y como algunos piensan? ¿O acaso está escrito que Susana Díaz eleve cuatro años más su trono andaluz? Mejor pensar que ante destinos escritos queda la opción de emplear tipex y sobre el surco blanco reescribir otra cosa cualquiera, bien sea la receta del gazpacho, la lista de la compra o, mejor, el estribillo de aquella de Cano: Amo mi tierra, lucho por ella, mi esperanza, su bandera. Verde, blanca y verde...

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