“Voy como peregrino de paz, para compartir con vosotros vuestras esperanzas y aspiraciones, así como los sufrimientos y dificultades”, manifestó el anciano Pontífice, de 82 años, en la vigilia del viaje, a la vez que reiteró su deseo de “paz y unidad para todos los que viven en Oriente Medio”.
Y es que aunque se trata de una “peregrinación”, como la definió el Vaticano, el Papa va a una tierra donde están enfrentados israelíes y palestinos desde hace más de 60 años, una zona, como él mismo dijo, “plagada de violencias e injusticia, donde se ha creado una atmósfera de desconfianza, incertidumbre y miedo, colocando al vecino contra el vecino, al hermano contra el hermano”.
El viaje se realiza con las heridas de la operación militar israelí de finales de 2008 y principios de año en la Franja de Gaza aún abiertas y tras la llegada del nuevo gobierno de Israel, cuya política hacia los palestinos hace temer a la comunidad católica presente –según ha denunciado la Custodia de Tierra Santa– “que se haya cerrado el ciclo comenzado con los acuerdos de Oslo”.
En el aspecto bilateral, israelí-vaticano, aún se mantiene la polémica suscitada por un obispo lefebvriano que negó el holocausto y la persistencia en el museo de la Shoah en Jerusalén de una foto de Pío XII en la que se le acusa de pasividad ante el genocidio nazi.
A lo anterior hay que unir las recientes críticas de Israel a la Santa Sede por asistir a la cumbre de la ONU de Ginebra sobre racismo y por el hecho de que su representante no abandonara la sala cuando el líder iraní, Mahmud Ahmadineyad, acusó de racista a Israel.
Ante las duras críticas vertidas contra el Papa y el Vaticano por destacados rabinos y dirigentes políticos internacionales, Benedicto XVI se vio obligado a salir en primera persona a condenar de nuevo el holocausto, al que consideró “un crimen contra Dios y la humanidad”.
Respecto a la conferencia de la ONU, la Santa Sede reivindicó su derecho a asistir, a la vez que criticó considero las palabras de Ahmadineyad de “inaceptables y extremistas”.
Aunque los dos asuntos han sido dados por superados, demuestran que el recelo subsiste en las relaciones entre ambos Estados.
Las que se mantienen son las críticas judías al papa Pío XII, que gobernó la Iglesia durante el nazismo y a quien acusan de antisemita, algo siempre negado por el Vaticano.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es