La pasada semana hubo un "rifirafe" a la entrada del sindicato con gente de CCOO y sobre todo con Jesús Serrano, "El Kiki", y Juan Linares. Los ex de Delphi están "al límite en muchos sentidos y profundamente doloridos con la traición de los sindicatos hacia el colectivo". Por eso seguimos con la serie de entrevistas a los extrabajadores de Delphi que mantienen un encierro en el edificio de los sindicatos de Cádiz. En esta ocasión hablamos con Antonio Rubiales.
“Sumándome a la rueda de declaraciones que está haciendo desde nuestro encierro en Cádiz”, Antonio Rubiales, extrabajador de Delphi, quiere dar sus “mayores ánimos a todos aquellos que tienen muy claro que no se abandonará el lugar hasta que no se consiga una salida global y digna como la que se ofreció al resto de nuestros ex compañeros ya desvinculados del protocolo”.
Mucha gente todavía se pregunta por “qué fue elegido el edificio de los sindicatos para llevar a cabo nuestra protesta y encierro”, señala para indicar que “existen varias razones… entre ellas, porque lo consideramos la casa de todos los trabajadores que luchan por conseguir o mantener sus puestos de trabajo y sus derechos laborales. Y porque así es como tiene que ser, y no una perversa cueva llena de oficinas en las que se gestionan EREs y cierres patronales con las ya consabidas ‘tarifas planas’ de negociación según el tamaño de las empresas”.
Así, “el cierre de Delphi resultó ser bastante rentable a la empresa y a los propios sindicatos, de los que nos sentimos profundamente defraudados por el engaño con el que se llevó a cabo la deslocalización de la industria y el abandono absoluto del que hemos sido objeto por parte de aquellos líderes sindicales que lo negociaron. De ahí nuestra legitimidad moral para mantenernos encerrados en este lugar. Esa misma de la que dudo mucho, puedan armarse los propios sindicatos para ordenar nuestro desalojo”.
Quizás por eso, “ahora se hayan instalado en la política del insulto y la provocación hacia los compañeros encerrados. No paran de lanzarnos ‘capotes rojos’ para encontrar la justificación que andan buscando para provocar el desalojo. La última ha sido una “altenera” sindicalista que trabaja aquí, que sabiendo perfectamente cómo están los ánimos de los padres de familia que llevan más de 80 días durmiendo en el suelo para defender el pan de sus hijos, no se cortaba un pelo para insultarnos directamente llamándonos ‘churretes’. En fin, en realidad no es más que otra muestra de lo que significa el sindicalismo subvencionado del s.XXI”.
Por otro lado, Antonio Rubiales confiesa que “nos mantiene fuertes el hecho de saber que luchamos por una causa justa, porque muy al contrario de lo que la Junta va manifestando en los medios, los ex Delphis no sólo hemos sido víctimas de una crisis como el resto de los parados, sino de la catastrófica gestión que han hecho de millones de euros supuestamente destinados a un fin muy concreto. La salida socio-laboral de todos aquellos que tuvimos el triste record de protagonizar la mayor deslocalización patronal de la bahía de Cádiz, y me atrevería a decir, que de toda Andalucía. Sin embargo, la Junta, sin ningún escrúpulo moral e institucional, se lamenta de no haber podido culminar con éxito para todo el conjunto de afectados el buen término de los acuerdos firmados, justificando con esa frivolidad el hecho de que más de 500 familias a ‘su cargo singular’, hayan sido abandonadas al desahucio y la necesidad de tener que recurrir a los bancos de alimentos”.
“No”, añade, “los ex Delphis no sólo hemos sido víctimas de una crisis, sino de la incompetencia, el engaño y el negocio que se montaron aquellos que se erigieron como los administradores incuestionables de nuestro futuro. Nos diseñaron un protocolo de reinserción laboral sin precedentes, según decían, y resultó ser un experimento que se haría sin “casera”. Aquí todo se realizó directamente con el derroche del mejor “Champán” francés. Un “ambicioso” plan de formación de 5 años que se dio por finalizado con el triste balance de más de 500 familias tiradas en la cuneta de la subsistencia. Y hete aquí donde reside la “grandeza” de nuestra clase política. Todo a lo grande y sin una previsión clara de consecuencias”.
A raíz de esto, “recuerdo que en más de una ocasión (durante la asistencia de aquellos inútiles cursos), que salíamos esporádicamente de las aulas para cortar simbólicamente durante 5 minutos alguna carretera en señal de protesta. No teníamos claro aquel derroche de recursos económicos tan dilatado en el tiempo y sin ninguna empresa real a la vista. Nos vendían humo. Por aquel entonces, muchos ciudadanos no entendían nuestra actitud. Se preguntaban… pero si ya están dando cursos y cobrando..., ¿qué más quieren…?”.
“Hoy”, señala, “desgraciadamente, y con muchos de aquellos mismos ciudadanos pasando por la puerta de nuestro encierro, resulta más fácil entender nuestra actitud inconformista frente aquella supuesta ‘Arcadia Feliz’ en la que pretendían mantenernos controlados mientras se dilapidaban más de 9 millones de Euros destinados a nuestro futuro”.
Con todo esto, para Antonio Rubiales “resulta sorprendente la frialdad y el silencio administrativo en el que la Junta de Andalucía sigue instalada ante una situación tan desesperante. Como si el caso Delphi fuera algo del pasado de lo que despojarse sin mayores responsabilidades ni perjuicios morales”.
Por otro lado, explica que “hace tan sólo unas semanas, escuchamos en los medios de comunicación las declaraciones de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, manifestando literalmente ‘Creo que los pactos hay que cumplirlos. Los pactos están para cumplirlos, esa es la palabra, pacto, acuerdo, y hay que cumplirlo siempre, cuando a uno le viene bien, y cuando a uno no le viene tan bien’.
Pero “evidentemente no se refería a los pactos que la Junta tiene firmado con los ex Delphis, sino a los acuerdos de gobierno que tiene suscrito con IU. En cualquier caso, aquellas declaraciones, al oírlas, no sólo nos hizo esbozar una sonrisa llena de ironía e impotencia, sino que además nos planteaba dos cuestiones muy tristes con respecto a la figura política de la nueva Presidenta. O bien se trata de alguien con una frialdad pasmosa para despacharse ante los medios de comunicación de esa forma tan hipócrita, o el problema reside en que los ex Delphis (junto con otros colectivos con los que la Junta incumple sistemáticamente sus compromisos), nos encontramos olvidados en algún lugar muy recóndito sus pensamientos. Por eso, desde la megafonía que hemos montado en el edificio de los sindicatos, no paramos de reproducir esas declaraciones mediante un bucle sonoro dirigido a la atención de las cientos de personas que pasan diariamente delante de nuestro encierro, y que en muchas ocasiones, se paran para darnos ánimos y aludiendo a la veracidad de las grandes pancartas que coronan nuestra protesta. A ver si así, y con un poco de suerte y de voluntad política, salimos del subconsciente de la Presidenta de la Junta de Andalucía y entremos de lleno en su supuesta agenda de soluciones, que después de siete años, ya va siendo hora…”.
Por otro lado, quisiera dejar claro que “los ex delphis no somos acreedores de unos derechos singulares, sino un amplio colectivo singularmente estafado por los sindicatos y la clase política. Este colectivo renunció a parte de su indemnización para asegurarse una salida digna ante la situación de un futuro muy incierto. Sin embargo, nos hemos convertido tristemente en el paradigma andaluz de un lastre político irresponsable, corrupto, viejo y caduco. Ya nos han enseñado hasta dónde son capaces de llegar con su insensibilidad e inconsciencia política, y es que a veces pienso que ni siquiera son realmente conscientes del daño que están provocando en tantas familias. De hecho, cuando veo a algunos de éstos políticos en escena televisiva compungidos ante cualquier acto conmemorativo contra la barbarie terrorista, los encuentro sin embargo completamente ajenos ante la peor forma que existe de terrorismo, que no es otra que el hambre que están ejerciendo contra el propio pueblo”.
“Ellos siguen en su nube”, añade, “han adoptado la postura de rasgarse públicamente las vestiduras cada cuatro años ante la situación de los más desfavorecidos y desesperados del momento. Después, ya se sabe…”
“Sabemos”, insiste Rubiales, “y somos conscientes de que esta lucha puede ser muy larga, pero mientras no consigamos hacerles cumplir con lo que nos firmaron, aquí seguiremos en nuestro encierro indefinido, en los que cada uno intenta evadirse de sus problemas aportando lo mejor de sí mismo hacia a los demás. Y es que, en cierta forma, este encierro se ha convertido también en una socorrida terapia de grupo en la que apoyarnos día a día para escapar de la desesperante situación en la que nos ha sumido el Partido Socialista. Ése mismo partido al que ya le pesa demasiado ‘el Santo Obrero’ que vergonzosamente va arrastrando desde sus siglas”.
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