El histórico socialista gaditano Rafael Román resume sus casi 40 años de trayectoria política en el nuevo libro editado por Publicaciones del Sur Rafael Román, crónica de una generación, que se presenta esta noche a las 21.00 horas en el claustro del Convento de San Francisco con la presencia de su compañero Alfonso Guerra. En el libro narra desde sus inicios en la clandestinidad, la construcción de la Junta de Andalucía con su participación como primer consejero de Cultura de la democracia, hasta la época moderna.
El título del libro lo dice bien claro
–Le llamo Crónica de una generación porque realmente en política, y en la vida tampoco, en ningún trabajo, uno hace las cosas solo, lo hace en compañía, lo hace en sociedad y naturalmente en un partido político exactamente igual o en un sindicato, que han sido mis dos actividades más notables. Se trata de una generación, que es la del tardoFranquismo y del inicio de la Transición y la democracia que luego, insospechadamente se ha alargado muchísimo tiempo. Nosotrosm cuando entramos en política, no teníamos, ni siquiera en el pensamiento, la posibilidad de que fuéramos nunca a optar a un cargo público, y en segundo lugar, que una vez que consiguiéramos un cargo público, este fuera a durar tantísimos años. Por tanto son circunstancias de la vida. Y lo que nos llevó a ello fue un espíritu de lucha, una disconformidad con lo que había, una disconformidad con un régimen que ahogaba las libertades. Nos juntamos una serie de personas de muchos partidos, pero la vida se hace con los compañeros del sindicato y del partido, pero naturalmente es una tarea de mucha gente, como es natural.
¿Escribirlo ha sido una experiencia traumática o liberadora?
–Por escribir libro de esta naturaleza, una autobiografía... unos dicen que es una confesión, otros que es una manera de curarse... En fin, yo creo que es de todo un poco. Sobre todo es un proceso de reflexión, de echar la vista atrás y recomponer un poquito lo que ha sido la vida de uno: las amistades, las discrepancias, los aliados, lo que uno ha cambiado, lo que uno pensaba y lo que uno piensa. En definitiva es la transformación de lo que nos rodea, pero también la transformación de uno mismo. Yo puedo decir que los valores en los que creo son los mismos en los que creía, pero el mundo ha cambiado y por tanto, su aplicación es muy distinta después de tantos años.
¿Qué valores ve que hayan perdurado y puedan servir para le época actual?
—Yo creo en los mismos valores, que son los valores de la Revolución Francesa, esos valores, que son los mismos valores de la Ilustración, que son los mismos valores del socialismo, que son los valores que dignifican a una persona. Creo en la libertad, creo en la solidaridad, creo en la fraternidad y en la igualdad. Yo creo que esos son los valores que dieron nacimiento al hombre autónomo y moderno y que son los valores que tienen que perdurar también en el futuro. No los hay mejores. Se descubrieron en unas circunstancias determinadas, pero son valores que tienen un caracter universal.
¿Puede esperar el lector que revele algún entresijo político curioso en las páginas del libro?
–No alguno, muchas cosas de la política autonómica, de la política provincial, de la política partidaria. Porque cuando uno se pone a escribir es para hacerlo con absoluta sinceridad. Yo no he escrito un libro para engañar, he escrito un libro para contar la verdad, lo que pasa es que, como se suele decir, es mi verdad. Habrá otros puntos de vista de las mismas cosas que las hemos vivido de manera distinta y que si contara otro, probablemente, lo haría de otra manera. Pero es un retrato veraz, sincero y directo. Yo no le doy muchas vueltas a las cosas, lo he escrito todo con un lenguaje que he procurado que sea cuidado, pero que sea también sencillo.
Buena parte del libro está basado en los complicados comienzos
—Tiene una estructura un poco rara en el sentido de que el primer capítulo yo doy un fogonazo de los seis o siete acontecimientos más importantes que ha habido en mi vida. Dónde me cogió el juicio de Burgos, donde Franco pedía pena de muerte para una serie de gente, dónde me cogió el 23-F, qué me paso para que yo, en un determinado momento, apoyara a Zapatero. En definitiva, una serie de acontecimientos clave y eso lo relato al principio para que el lector entre directamente en el conjunto de mi vida, y luego pausadamente voy contando las cosas en las que creo y el recorrido vital que me ha llevado hasta el momento presente.
Al terminar de escribir el libro, ¿descubrió algo de sí mismo que le sorprendiera?
—Sinceramente he descubierto una cosa: que no odio a nadie. En ese sentido yo sí creo que ha sido un proceso psicológico interesante. Son 500 páginas, que son muchas, hechas desde el principio hasta el final. Pero como luego uno hace una relectura y una reescritura, cuando he terminado, puedo decir que no tengo ninguna reivindicación hacia nadie. Es mi vida, son mis hechos, es mi verdad, es mi historia y es una historia que he compartido con mucha gente. Es una historia colectiva, de ahí el título.
En el acto de presentación estará arropado por buenos amigos
—Para mí es una satisfacción muy grande que me acompañern unos presentadores que son verdaderamente de lujo. Juan José Téllez, que es un periodista que tiene una trayectoria muy larga y que el me conoció cuando él tenía unos 16 años. Yo tuve mi primer cargo político importante como consejero de Cultura de la Junta de Andalucía y él entonces estaba en Algeciras y luego uno de los que ha sido mi líder político más importante junto con Felipe González, en un periodo muy largo, ha durado prácticamente 20 años como secretario general y vicesecretario general del PSOE y vicepresidente del Gobierno. Y finalmente una persona con la que tengo una relación de amistad muy estrecha y que yo considero es el mejor escritor vivo español que es Caballero Bonald y que, además, es paisano nuestro.
¿Desvela algún detalle de los inicios en la clandestinidad?
—Yo lo desvelo todo. En esos momentos se formaban grupos de personas que contactábamos. No había la facilidad que hay hoy. Cuidábamos mucho los teléfonos. Todo eran contactos personales y a través de eso y trasladarse uno de una ciudad a otra , así se iban haciendo los contactos entre las personas que nos oponíamos. Y luego nos reuníamos, fundamentalmente, hoy puede llamar la atención, pero nos reuníamos en locales de las iglesias, que cumplían entonces un papel muy importante también, algunos, de oposición al Franquismo. Yo participé en la plataforma democrática con compañeros del Partido Comunista, CCOO, socialistas, de la UGT, de USO y naturalmente cada uno queríamos el fortalecimiento de nuestra organización, pero había una finalidad más importante, que era acabar con lo que había. Había una sopa de siglas impresionante y luego ya las elecciones generales del 77 y las municipales del 79 fueron muy sorpresivas. Nosotros no esperábamos ese resultado tan bueno. Creíamos que el Partido Comunista iba a tener unos resultados bastante mejores porque había llevado un peso muy importante en la oposición y creíamos que la derecha iba a tener todas las fuerzas continuadoras del Franquismo. Nada de eso. El pueblo español rompió con su voto con el pasado.
Vivió usted una época convulsa, pero emocionante a la vez
–Nosotros hemos vivido el periodo épico de la democracia. Yo he vivido el momento de la creación de la Junta de Andalucía. Era consejero de Cultura de la Junta de Andalucía y tenía cinco funcionarios y era el consejero responsable de toda la cultura andaluza de la etapa preautonómica y luego de la etapa la autonómica. Negocié las transferencias con tres ministros y conseguí unas buenas tranferencias para la Junta. En aquel momento me cesaron. Todo eso es lo que cuento. La entrada mía en el Senado, naturalmente para un chaval entonces de 30 años, llama muchísimo también, como es natural, la atención porque éramos unos jóvenes osados, que nos creíamos más de lo que éramos. No le teníamos demasiado miedo al peligro ni a lo que nos pudiera pasar, pero dimos ese paso.
Se está poniendo cada vez más en tela de juicio la Transición ¿Cómo lo ve usted?
–Las cosas hay que enjuiciarlas en su momento. A los Reyes Católicos no se le puede enjuiciar con la mentalidad de hoy, sino en la de aquel momento y naturalmente hay que ver lo que pasaba en la Transición, que estábamos un día sí y un día no al borde de un golpe de estado. Con unas Fuerzas Armadas que eran claramente franquistas y que estaban en contra del proceso democrático, con un presidente del Gobierno que estaba cogido con alfileres. No vale para nada enjuiciar en este momento lo que fue aquel momento. Claro que hoy se haría de otra manera si hubiera que afrontar una transición. En aquel momento lo sí que podemos decir es que no se depuró ni a una sola persona: ni a un juez del Tribunal de Orden Público ni a un policía franquista, ni a absolutamente a nadie. Hubo luego una Ley de Amnistía. Claro. Hoy, la gente reivindica una cosa que se llama Memoria Histórica, a mí me parece bien, pero lo que no se puede es mirar los acontecimientos de ayer con la vista de la de hoy.
¿Qué conclusión cree que puede sacar un lector de menos de 30 años de este libro?
–Yo creo que podría añorar unos periodos de los inicios de la política democrática en España que en cierta medida le pueda llevar a decir “aquellos tiempos fueron unos tiempos de gente que se la jugó”, pero yo, los problemas que veo hoy de precariedad en el trabajo, de emigración de la juventud, de una preparación extraordinaria de la gente, es también para empezar un movimiento como el que empezamos nosotros. Que tenga otra consecuencia distinta. Hoy no hay el peligro de que la policía te detenga por eso. Yo invito a los jóvenes a que se armen de valor y pongan el mundo patas arriba porque estamos construyendo un mundo que está dirigido más que por los bancos por el poder financiero y verdaderamente la política no está cumpliendo el papel que le corresponde. Yo invito a los jóvenes a que se metan en política y como dice el Manifiesto Comunista, que cambien el mundo de base porque verdaderamente hace falta un cambio en profundidad en la sociedad española y europea actual. Figúrese la lentitud de los cambios en Europa y la exasperación en la que está la opinión pública viendo una crisis que han provocado los poderes financieros y que nadie le mete mano de una manera adecuada y que la está pagando los que no la produjeron y los que la produjeron siguen enriqueciéndose con la crisis. Figúrese si hay elementos para que la juventud de hoy se ponga en pie, parte lo pusieron con el 15-M, pero eso requiere un nivel mayor de organización. Lo vuelvo a decir. Invito a ese movimiento, porque vale la pena trabajar por ello. Y digo una cosa más: yo también estoy dispuesto a colaborar. Naturalmente no en un papel protagonista porque no me corresponde. Les corresponde a los que tienen que ser protagonistas, los que son la savia nueva y la nueva tripulación que tiene que cambiar el mundo.
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