Los portavoces de Cádiz Resiste, María Sánchez y Jesús Ruiz, advierten de que “la saturación turística que sufre la ciudad no solo viene de las viviendas turísticas y los hoteles, sino también de los 360 cruceros que llegan al año y que son además muy contaminantes”.
La plataforma vecinal apunta que hay días en los que, con la concurrencia de cruceristas de distintos buques, discurre por la ciudad casi un 50% más de población.
El 31 de julio, por ejemplo. Sánchez y Ruiz señalan que ese miércoles atracarán en el Puerto de Cádiz cuatro cruceros con 15.000 pasajeros. A estos hay que sumar otros 15.000 que pueden alojarse en viviendas con fines turísticos legales, hoteles y apartamentos.
Asimismo, apuntan que durante el año pasado, de acuerdo a los datos de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, se contaron 679.000 visitantes que llegaron a bordo de buques turísticos.
“Esto supone multiplicar por 20 la población del casco histórico, donde apenas hay 30.000 empadronados”, agregan, denunciando “una saturación evidente y un desequilibrio que provoca una realidad insostenible para los habitantes de la ciudad”.
Del análisis de los números que ofrecen el Instituto Nacional de Estadística (INE) y Puertos del Estado, se concluye, añaden, que “la ciudad de Cádiz es, de toda España, la que recibe más cruceristas por habitantes”. “A Cádiz llegan cada año seis cruceristas por cada residente” en el municipio, concretan.
Esta proporción triplica, además, la de Barcelona, tercera en España “en esta particular clasificación sobre saturación turística asociada” a este tipo de turismo. Por detrás de la Ciudad Condal se sitúan Valencia y Málaga. Palma de Mallorca, por detrás de Cádiz, está en segunda posición.
Ante esta situación, Cádiz Resiste pide a las administraciones públicas “valentía para regular y limitar la sobreexplotación turística”, e implanten tasas y herramientas fiscales para que la ciudad obtenga beneficios de este “excesivo flujo turístico” que
Cádiz Resiste pide a las administraciones valentía para que regulen y limiten esta sobreexplotación turística, y que además se incrementen las tasas y herramientas fiscales que permiten a la ciudad obtener beneficios, para lo público, de este excesivo flujo turístico “que está expulsando a las vecinas y vecinos al provocar que, por ejemplo, acceder a una vivienda para residir o comprar a precios acordes a sus salarios en la propia ciudad sea cada vez más complicado”.