Manuel Ruiz Romero, doctor en Historia Contemporánea por la UPO, dedicó su tesis doctoral al estudio de La génesis del Estatuto de Autonomía para Andalucía en el contexto de la Transición política (1975-1982). Responsable de la actualización de la bibliografía de la Fundación Blas Infante, es prolífico autor sobre el andalucismo histórico. Recientemente, ha sumado un nuevo título a su extensa obra al respecto, ‘Andalucismo histórico. Orígenes y evolución en tiempos de Blas Infante’, que muestra como el denominado padre de la patria andaluza lideró un ideal que moldeó el futuro de nuestra región hasta la actualidad.
“Blas Infante sembró la semilla”, apunta en conversación telefónica con INFORMACIÓN. Ruiz, que reconoce que en los primeros compases, “el movimiento parecía cosa de cuatro locos”, tomó cuerpo hasta el punto de que la II República reconoció los símbolos de la que pudiera haber sido entonces la autonomía.
“El Golpe de Estado de 1936 frenó en seco las aspiraciones de Andalucía”, lamenta. Por ello, en el libro recién publicado aborda cómo el andalucismo resurge durante la Transición con fuerza retomando el rumbo justo donde quedó varado más de cuatro décadas atrás.
Lo hizo con éxito, alcanzando los objetivos de autogobierno con una movilización sin parangón el 4D y obteniendo el acceso a la autonomía por la vía del artículo 155 de la Constitución, como las otras tres nacionalidades históricas.
A partir de entonces, apunta, el PSOE, que logra la hegemonía al frente del Gobierno andaluz cuando la democracia echa a andar, “se ha dedicado a eclipsar el andalucismo histórico por miedo” con “un modelo centralista que denosta y abrasa la herencia de Blas Infante de la mano de Rafael Escuredo”.
Ahora, agrega, Juanma Moreno ha empuñado la bandera “de forma legítima e inteligente, pero con fines electoralistas” y con el modelo gallego como referente.
Si bien reconoce que el presidente de la Junta, y máximo dirigente del PP en Andalucía, “está haciendo gestos con el andalucismo histórico que el PSOE nunca hizo”, considera improbable que defienda un regionalismo más ambicioso basado en los principios del movimiento, al estilo de Manuel Clavero.
Al mismo tiempo, diferentes partidos de izquierdas, con Adelante en posición destacada, y una vez extinguido el Partido Andalucista “por errores propios y méritos ajenos”, tratan de encabezar el movimiento sin haber obtenido respaldo electoral suficiente.
“Es un tiempo de andalucismos, más que de andalucismo”, matiza, sin aventurarse a qué deparará el futuro. Pero se muestra optimista porque la presencia de Blas Infante sigue inspirado el siglo.
Y, en cualquier caso, como decía “Pedro Vallina, parafraseando a Fermín Salvochea, “los andaluces éramos un pueblo que sufría ataques epilépticos” porque parecemos indolentes durante mucho tiempo pero hemos estallado, a veces quemando iglesias y mieses por los campos, en las últimas décadas, conquistando autogobierno democráticamente. “Estamos orgullosos de nuestra identidad y cultural, solo hace falta encauzarlo políticamente”, concluye.
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