Encarnación ha perdido la cuenta de las consultas médicas a las que ha tenido que faltar su hijo, de 19 años y con una minusvalía reconocida del 48 por ciento, por no poder salir de casa. Con problemas de movilidad reducida que le obligan a ir en silla de ruedas, el ascensor supone sus pies y sus manos para superar los más de 20 escalones que separan su vivienda de la calle, pero los impagos de la comunidad del número 7 de la calle Nelson Mandela, donde viven con trece familias más, hacen que en la práctica el elevador pase más tiempo parado que funcionando, y no precisamente por averías, sino por los cortes de luz. El último fue hace dos semanas y todavía dura. En mayo consiguieron reunir 200 euros tras estar sin suministro eléctrico desde febrero hasta abril. Tres meses. Una rutina que para esta familia lleva tiempo siendo insoportable.
“No se puede sentenciar a una persona con movilidad reducida a quedarse entre cuatro paredes. Por favor, necesito por la calidad de vida de mi hijo que nos ayuden”, señala, desesperada. “Es que cada dos o tres meses nos pasa lo mismo, y yo no puedo bajar a mi muchacho en brazos, yo lo que pido a Procasa es que intervenga y presione un poco para que se pague los 40 euros de comunidad. Es verdad que este es un barrio con mucha vulnerabilidad económica, pero hay que hacer un esfuerzo”, señala. Ella misma, que cobra la renta mínima, “lo primero” que paga al percibir esta prestación es el recibo, pero incluso pide a los vecinos que colaboren aunque sea con 10 euros. Hace unos días Encarnación se vino abajo. Cuando fue a abonar la cuota del último mes le dijeron que solo tenían de fondo 56 euros. Mientras tanto, la deuda con Eléctrica de Cádiz asciende ya a 400 euros y a OTIS, la empresa de mantenimiento del ascensor, le deben otros 400.
“¿Cuánto tiempo vamos a tardar en reunir eso, si es que hay vecinos que directamente dicen que no pagan porque no les da la gana? Es verdad que Procasa ha pagado deudas de la luz, pero tiene que intervenir, tiene que arrancar un compromiso de pagos de los vecinos o dar alguna solución”.
“Esto es la selva”
Al no haber fondos para la comunidad en estos pisos de alquiler social, el mantenimiento del bloque es nulo, y tampoco hay servicio de limpieza, que corre a cargo de turnos diarios de vecinos que no se cumplen. “Cada día nos toca a un vecino, hay un cartel con los turnos, pero se lo pasan de unos a otros y no limpian. A esto hay que sumar la falta de civismo de algunos. El resultado son paredes desconchadas, cajetillas de la luz arrancadas de cuajo para llevárselas gratis a casa y numerosos desperfectos en unos pisos que se entregaron hace prácticamente una década. “Esto es una selva. Me da vergüenza la gente que viene de fuera y ve cómo está esto. Es una pena”.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es