El escritor y periodista fue beatificado en una ceremonia que, bajo una lluvia intermitente, presidió el cardenal prefecto de la Congregación de los Santos, Angelo Amato, y a la que asistieron una veintena de prelados, entre ellos el obispo de Jaén, Ramón del Hoyo, o el presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela.
En la homilía, Amato destacó especialmente la alegría de Lolo, que “transformó el calvario de su sufrimiento en gloria” y que a pesar de “tener los miembros entumecidos, se movía ágilmente con el corazón y la mente”.
En un repaso por la vida del nuevo beato señaló que fue el quinto de siete hermanos, que durante la guerra, con 17 años, estuvo encarcelado durante tres meses después de que lo denunciaran por llevar la Eucaristía de forma clandestina, por un delator al que reconoció después y al que perdonó.
A los 22 años sufrió una parálisis progresiva (espondilitis) que lo dejó totalmente inmóvil durante 25 años en una silla de ruedas, que le regalaron sus compañeros de redacción, y ciego durante los últimos nueve años, hasta su fallecimiento el 2 de noviembre de 1971, con 51 años, en la más absoluta pobreza.
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