Manaos, la capital del estado de Amazonas, y Dourados, se sumaron esta semana a la iniciativa de las ciudades de Maringá, Navegantes y Londrina, en el sur del país, de prohibir el uso de las pulseras, una moda que los jóvenes brasileños importaron de otros países.
El problema está en que los inofensivos aros de plástico con los que muchos niños y adolescentes adornan sus brazos se ha convertido en el centro de una polémica en Brasil después de que autoridades de Londrina y Manaos los vincularon con algunos delitos contra menores.
Los aros de plástico de colores se usan en un juego que consiste en romper la pulsera de algún chico o chica y realizar lo que ese color indique.
De esa forma, quien rompe una pulsera amarilla tiene derecho a un abrazo; la naranja, a un beso en la boca; la roja, a una danza erótica; la rosa, a la exhibición de una parte íntima del cuerpo, y la negra, a una relación sexual.
La polémica comenzó a finales del mes pasado cuando una niña de 13 años denunció que cuatro adolescentes la habían violado en Londrina tras percibir que portaba pulseras negras, que le quitaron a la fuerza.
La situación tomó un rumbo más grave la semana pasada cuando la policía del estado de Amazonas expresó sus sospechas de que dos asesinatos, entre ellos el de una niña de 14 años, estaban relacionados con las pulseras.
Al lado de los cadáveres de las dos víctimas y uno de ellos hallado en un motel, fueron encontradas pulseras que habían sido rotas.
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