Cádiz

La pesadilla de vivir con Covid persistente: “Esto no tiene final”

La vida de Isabel, fisioterapeuta gaditana de 48 años, dio un giro de 180 grados en marzo de 2020 cuando se contagió por primera vez de coronavirus

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Publicidad Ai Publicidad AiAndaluc�a Informaci�nPublicidad Ai
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  • Isabel Orihuela, fisioterapeuta gaditana, lleva desde el verano encadenando varios brotes seguidos. -
  • Tras 55 días dando positivo, lo que nunca sospechó es que su verdadero infierno vendría después en forma de secuelas y brotes
  • Según las estadísticas que maneja Long Covid Andalucía, en la comunidad hay entre 150.000 a 200.000 personas con Covid persistente
  • Unidades permanentes en los hospitales de cada provincia, aplicación del protocolo e investigación son algunas de las reivindicaciones del coletivo

Entre un 10 y un 15 por ciento de las personas que se han contagiado de coronavirus en Andalucía desde que estalló la pandemia pueden presentar Covid persistente. Una afección -también llamada Covid prolongado, long Covid o síndrome del Covid postagudo- que no guarda relación con cómo han pasado el virus, dado que la llegan a sufrir incluso personas que ni siquiera estuvieron ingresadas en el hospital con neumonía bilateral u otras dolencias, e incluso aquellas en las que el SARS-CoV-2) se presentó de forma asintomática.

Estamos hartas de que nos manden al psiquiatra o a hacer yoga”

Según las estadísticas que maneja Long Covid Andalucía, la plataforma andaluza de personas afectadas con Covid-19 con síntomas persistentes, en la comunidad hay entre 150.000 a 200.000 personas que viven este infierno. Isabel Orihuela, fisioterapeuta gaditana de 48 años, es una de ellas.

A esta vecina de Cádiz nunca se le hubiera pasado por la cabeza que su negativo tras 55 días aislada en su habitación dando positivo después de contagiarse -la primera vez- al inicio de la crisis sanitaria, cuando ni siquiera había test ni pruebas PCR, supondría el inicio de un calvario al que más de dos años y medio después sigue sin verle fecha de caducidad.

En ese tiempo, en el que los primeros seis meses estuvo de baja médica, Isabel ha sentido cómo el coronavirus le ha arrebatado cada día un poco más de su salud y que las secuelas (bruma mental, fatiga crónica, cansancio, taquicardias, pérdida de musculatura, inflamación de articulaciones, hinchazón...) no solo no terminaban de irse, sino que se manifestaban de forma acusada en cada brote, que sufre al menos una vez al mes. El de este verano ha sido más largo de la cuenta y ha acabado pasándole factura a su estado de ánimo.

Lo que peor lleva es el cambio que ha sufrido su vida y los límites físicos que le ha dejado esta enfermedad y que a veces es incapaz de controlar emocionalmente. “Este verano ha sido horroroso, en julio sufrí uno muy fuerte; en la playa me tenían que ayudar a entrar en el agua porque me caía: la fatiga, el cansancio extremo...es como si estuvieras subiendo una montaña, la tienes que subir y no puedes”, cuenta a VIVA CÁDIZ. Desde entonces no ha remontado y desde esta última semana está de baja médica tras otra “recaída gorda”.

 En su día a día, como relata, procura compensar el sobreesfuerzo que le supone trabajar 8 horas diarias con pacientes con dos horas de descanso en casa. De otra manera es imposible. “Es una rutina que no puedo alterar porque desencadenaría en un brote, lo que supone estar cuatro o cinco días en la cama”, explica. Mantener el ritmo de antes no es posible y recuperar sus hobbies, tampoco. “No puedo leer -porque no mantengo la concentración ni asimilo la información, ir al cine y bailar ni soñándolo; tampoco puedo ir al gimnasio como antes lo hacía con actividades de alto impacto como el CrossFit”. Ahora  el deporte se lo toma como una actividad de rehabilitación y terapia con la que intenta superarse cada día un poco más. “El otro día hice diez minutos de elíptica por primera vez en dos años y medio y fui feliz”, detalla. Pese a todo, se siente “como una deportista encerrada en el cuerpo de una anciana de 80 años”.

A Isabel le ha quedado una afectación neurológica, y también tiene problemas de memoria.  Le trata un internista. Pero diagnóstico como tal no tiene -es una de las reivindicaciones de las personas afectadas como ella- y su sintomatología va variando. Tiene asumido que esta situación, de momento, “no tiene final” y que “no voy a mejorar”.

Protocolo y unidades permanentes de Covid en hospitales

Sandra González, granadina y de la junta directiva de la Asociación Long Covid Andalucía sabe bien de lo que habla Isabel. A ella la tratan hasta once especialistas distintos, lo que pone en evidencia otra de las demandas de este colectivo: la puesta en marcha de unidades de Covid persistente multidisciplinares en cada provincia -en Cádiz no hay-, la aplicación del protocolo, “que tienen guardado en un cajón” para que nos lleve a la unidad anticovid, más investigación “para que sepamos por qué nos ha tocado a nosotros”, y que el INSS actualice sus criterios para las bajas laborales “porque hay muchas personas que van a trabajar sin poder hacerlo porque no tienen más remedio”.

Hay más de 200 síntomas estudiados que en cada persona se manifiestan de forma diferente, pero los problemas neurológicos, detallan desde el colectivo, con gran presencia en redes sociales, suelen presentarse en la gran mayoría de los casos, como también está sucediendo con la menstruación, que en muchas persona cada mes viene ligada a un brote.  Mientras estas reivindicaciones no llegan, en esta plataforma “nos ayudamos”, gestionando la participación en estudios de investigación  -en breve se hará uno en Cádiz y están colaborando con otro con la Universidad de Granada y Oviedo-, e incluso cuentan con una psicóloga, también afectada por Covid persistente, que organiza talleres y otras terapias. Lo que peor llevan, cuenta González sin ocultar su indignación, es la poca empatía que incluso profesionales médicos tienen con sus casos en las propias consultas. “Estamos hartas de que nos manden al psiquiatra o a hacer yoga”, concluye.

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