Aprovechando que canta ahora la comparsa de Villanueva del Garrote, me adentro en la jungla del ambigú. Me abro camino y cuando ya estoy en segunda fila levanto la mano en forma de click de famobil y ya el camarero me guiña. Los dos de delante están enfrascado en una discusión. Uno que si el concurso pierde frescura, que cada frase está calculada para no ofender a nadie. Que el humor es cada vez más complicado con la llegada de internet y con la de colectivos que se molestan por todo.
El otro que era necesario este cambio. Que lo otro era chabacano y que qué pensarán de nosotros cuando nos ven desde fuera por la tele. Y el primero dice que el carnaval era transgresión y ahora parece que su misión es educar en valores. Que si la mejor letra contra el bullying escolar, contra la homofobia, o para la integración de los pueblos. Que en las Fallas de Valencia se quema todo, hasta al Papa y la más sagrada de las banderas y no pasa nada, porque esa ha sido siempre su identidad; y que en nuestro Falla nosotros deberíamos seguir quemando por la boca. Que ahora se le canta más a la oposición que al gobierno. Que antes habia una censura y ahora setecientas. Total, que yo ya tengo mi vaso vacío y esta gente sin pedir por culpa de la discusión.
Me voy para dentro, que viene un coro y su popurrí es más divertido que este debate.
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