Casi todo lo bello, vuela. Es lo que une los elementos del nuevo poemario de Beatriz Aragón, 'La reina de los pájaros', que ha presentado hace pocos meses y que supone un mundo poético que aúna la reflexión del metalenguaje, la búsqueda de raíces y una rebelión vital ante el vacío y el desarraigo. La autora de Escala de grises (2017) y El discurso del barro (2019) ha desplegado su plumaje verbal para dar un golpe de belleza y dejar que nos acerquemos de nuevo a su universo poético.
¿Por qué ‘La reina de los pájaros’?
–No siempre pasa pero este poemario nació por el título. En el corazón de la marisma de Doñana, estábamos una tarde mi compañero y servidora cuando de repente una bandada de pájaros enorme nos atravesó el pecho, fue lo más parecido a una experiencia religiosa, no sabría demasiado bien cómo explicar la sensación que tuvimos. Cuando pude articular palabra dije: “La reina de los pájaros”, y nos abrazamos.
En el poemario parece haber dos partes: ‘Cenizas del nido’ y ‘Plumaje nupcial’, ¿a qué se debe esta estructura?
–Es un díptico. Después de sufrir las transformaciones necesarias quedó en dos partes diferenciadas y distintas. El contenido de los poemas te iba pidiendo su parte. Cada poema podemos decir que eligió claramente y sin titubeos a qué título pertenecer. De cualquier forma, no es algo voluntario. Cuando empiezas a escribir no sabes cuántas partes tendrá el libro. Luego vas jugando con el material que tienes según te pida el texto. En mi caso, para colocar un texto necesito desprenderme de la autora y considerarlo con ojos de lectora. Otra cosa difícil pero eficaz.
Es innegable su pasión por estos animales, ¿por qué?
–Creo que lo de volar me da un poco de envidia. Andar por el barro sin hundirme también me encantaría y me imagino que también el concepto de libertad que abarcan el vuelo y el pájaro llama poderosamente mi atención. Me gustan sobre todo las aves acuáticas porque, como buena chiclanera, una se ha criado entre viñas y esteros, y el agua me puede y porque son las aves a las que tengo más cerca para observar por las localizaciones que frecuento. El primer pájaro que vi y reconocí fue una garza real y la convertí en la reina de mis pájaros.
¿Cómo ha sido el proceso creativo?
–Me vine de Doñana con todo el canto de la primavera zumbando en la cabeza y me puse a escribir. Más que escribir parecía que estaba transcribiendo. La segunda parte del libro podría decir que fue un parto limpio y sin dolor. La primera fue más compleja. El llanto no se escribe, se escribe el canto, y es difícil encontrar el canto del llanto. De cualquier forma este libro ha sufrido varias transformaciones y mucho trabajo. Se ha ido escribiendo durante tres o cuatro años. Trabajar con la editorial Maclein y Parker ha sido el colofón perfecto.
¿Es el poema como un pájaro?
–Es lo que se procura. El poema tiene vocación de pájaro o debería tenerla, es más, yo diría que cada verso debería ser un pájaro. La emoción es como el vuelo, fugaz y libre. Todo verso debería decir algo que te emocione, claro que eso sería en un mundo poético ideal. Existen poetas que lo consiguen. Se me ocurre por decirte un ejemplo el último poemario de David Eloy Rodríguez, Cámara de resonancia, del que puedo decir que cada verso es un pájaro con sus alas, su vuelo y todos sus avíos de pájaro, de verso.
¿Con cuál de las aves se identificaría?
–Esa pregunta es compleja (ríe). Una no puede elegir qué dedito cortarse pero tengo una gran predilección por las ardeidas, la garza real en particular. No sé decirte si me identifico con ellas pero sí que me parecen poderosas, guerreras y muy elegantes en cada uno de sus movimientos.
¿Cómo valora el tratamiento de la poesía y de los poetas en la actualidad?
–Yo diría que en positivo. Me gusta la poesía en todas sus variantes y no tengo prejuicios a la hora de leer ni de sentir. Es por eso que ando muy atenta al hacer y decir de la gente joven y es asombroso ver cómo celebran la palabra. Es verdad que una tiene otras maneras y por eso me inclino más hacia la poesía de mi generación. Hay gente que está haciendo cosas muy sorprendentes y que da gusto sentir. Lo último que he leído es Allozar de Yolanda Ortiz y es una auténtica maravilla. De cualquier modo creo que la poesía está en alza y eso siempre es bueno, se venda o no (ríe).
¿Cúales son tus poetas de referencia?
–Podría decirte que Lorca es uno de mis poetas de referencia pero gracias a los mares estoy rodeada de muchos y buenos poetas que conforman mi día a día y que se han convertido en verdaderos maestros. Desde Isabel Escudero hasta Laura Casielles, desde Alberto Porlan hasta José María Gómez Valero, desde David Eloy Rodríguez a Esther Garboni. Todos ellos son los poetas de mi mesita de noche. La familia itinerante me enseña cada día a andar por las palabras y eso es un orgullo.
¿Cómo es su lector ideal?
–(Ríe) Nunca lo he pensado pero bueno yo creo que el lector ideal en poesía también debería ser pájaro como el poema. A veces procuramos entender todo lo que se lee y la poesía no se entiende, se siente. Se escribe para todo el mundo.
¿Poemas estróficos o no estróficos?
–Yo no soy demasiado delicada para casi nada en lo referente a la escritura, me gusta probar todos los palos que existen pero en general es el propio texto quien exige su formato.
¿Cómo valora el mundo cultural de Cádiz? ¿qué le falta? ¿qué le sobra?
–Esa pregunta tiene trampa. Habría que definir “cultura”. Para mí cultura es una palabra demasiado grande. La cultura bien podría ser el cajón de la cocina en el que se guarda todo, desde un joven que compone rap hasta el mismísimo Manuel de Falla. Partiendo de mi concepción de cultura, en Cádiz no sobra nada, si acaso falta es amplitud de miras, hay que conocer mejor ese cajón de la cocina y darle la misma categoría a cada disciplina de ese cajón. Creo una ciudad tan prolífica artísticamente como Cádiz no debería permitirse ese clasismo cultural que a veces tiene.
¿Qué proyectos tiene de futuro?
–El futuro son los padres (ríe). Algo tengo guardado por los cajones, reposando. Pero, de todas maneras, en estos tiempos que corren no es sano pensar demasiado en el futuro. El futuro es hoy, así que el futuro es acompañar en el vuelo a La reina de los pájaros.
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